25/3/13
La sor
Debe ser cosa de la fiebre (un trancazo mal curado que se cobra los atrasos). Releo algunos cuentos de Bábel. Uno de mis preferidos, En el sótano. Empieza así: Yo era un niño mentiroso. La culpa era de la lectura.
Recuerdo que hace unos veinte años, en los tiempos de la EIS de A Coruña, una profesora (muy interesada en temas de pedagogía de la imagen) me pidió si podría ir a un colegio para hablarles a alumnos de sexto de EGB (si no recuerdo mal) de la profesión de guionista. Enseguida añadió que se trataba de un colegio religioso (de monjas, vamos), por si me representaba un impedimento (ideológico, imagino); nada de eso, además yo había pasado un par de años de mi infancia en el Colegio de La Milagrosa de Tui (donde se me reveló, como en una epifanía, que las monjas podían tener el pelo muy largo). Unos días después me encontraba en aquel colegio delante de cuarenta criaturas de unos once o doce años, y en presencia de una monja, hablándoles de la profesión de guionista. Empecé así: Yo era un niño mentiroso. Las culpa era del cine. La sor se pasó la charla en un sin vivir, esperando cualquier inconveniencia a la vuelta de cada frase. Los niños se lo pasaron muy bien, hicieron muchas preguntas y a mí se me pasó aquella hora volando. Y justo, cuando ya me iba, les confesé que la primera frase que me escucharon era de un cuento de Bábel que podían leer en Cuentos de Odesa y otros relatos; sólo le había cambiado una palabra. La sor me acompañó hasta la puerta y nos despedimos con un (mutuo) apretón de manos -no es una expresión, fue tal cual-; ella se quedó en la puerta mientras bajaba las escaleras hacia la calle que moría en el Orzán.
No digo que fuera Ingrid Bergman, pero era una monja guapa; lástima que no diera rienda suelta a la sonrisa que más de una vez en aquella hora a punto estuvo de asomársele a los labios (aunque no pudo velarla en los ojos). Y la imaginé buscando en una librería los cuentos de Bábel y leyendo En el sótano, por ver si había mentido. Me dormí rememorando la sor y entonces soñé con King Kong. Por culpa de la fiebre. O de Bábel. Pero esa es otra historia.
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Sé que no escribes así de bien a causa de la fiebre, así es que espero que te mejores pronto.
ResponderEliminarUn abrazo.