14/3/13

La noche de las maravillas


Uno de los primeros libros sobre cine que recuerdo haber leído: El cine o el hombre imaginario de Edgar Morin. Se me grabó en la memoria el testimonio de un militar francés en Marruecos sobre la reacción de los bereberes ante las primeras proyecciones cinematográficas: La visión del herrador que hierra un asno, del alfarero que amasa la arcilla, de un hombre que come saltamontes emparrillados, de un asno que pasa, de un camello que se levanta con su carga, desencadena un entusiasmo general: de todas partes surgen exclamaciones jubilosas y estupefactas.

Cine ambulante en Taznaghte (Marruecos), 2007

Diez años después pasé unas semanas entre las páginas de La Integridad -un periódico editado y publicado en Tui-, revisando los tomos encuadernados con los ejemplares comprendidos entre los años 1895 y 1910 con el propósito de rastrear y documentar los primeros años del cine en la ciudad (de las películas que vieron nuestra infancia). Las primeras proyecciones del cinematógrafo -con el programa clásico de vistas de los Lumière (la salida de la fábrica, la llegada del tren, unas olas...)- se celebraron en el Teatro Principal entre los días 13 y 17 de mayo de 1897. En la breve reseña de La Integridad se contaba que los espectadores más jóvenes, exaltados por la primera función de cine de su vida y encendidos por las imágenes en movimiento, no pudieron represar el entusiasmo, y la conmoción por el cinematógrafo devino algarabía y electrizado encanto, turbando el sueño de los vecinos en aquellas rúas conventuales.

Carpinteros en el taller, una de las vistas de los Lumière
filmada en 1896 cerca de Lyon.

A veces se olvida que la maravilla del cine de los orígenes se cifra en haber maravillado al mundo con cuanto no era maravilloso, sino cotidiano, y el aquel del cine: transfigurar, a través de la proyección, el registro de lo común en la noche de las maravillas.

1 comentario:

  1. Como somos consumidores de imágenes, nos guste o no, es difícil recuperar las primeras sensaciones que produjo el cine en los espectadores que nunca habían visto imágenes como esas. De ahí que los espectadores de las películas de los Lumière huyeran ante la llegada del tren a la estación o que no mucho después hablaran de los "hermosos colores" que tenían aquellas películas primitivas. Andando el tiempo, y ya con Griffith tras la cámara, el montaje de planos que dejaba un rostro tras un plano general era visto más en término de descuartizamiento por algunos miembros del público que como un avance en la gramática cinematográfica. Por último, en un año tan tardío ya como 1931, en un pueblecito rumano al que no había llegado aún el cine, la primera proyección de una mar embravecido, con grandes olas en primer término, provocó la huída atemorizada de los espectadores. Hoy eso sería imposible ni con el 3D. Eso hemos perdido por el camino.

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