1/8/12

El último viaje de Chris Marker


Casi me he obligado a venir aquí y escribir por ejemplo: Chris Marker murió el domingo en París. Era 29 de julio y cumplía 91 años. Desde el domingo no abrí el portátil y me enteré esta mañana por el periódico, por un obituario desangelado.

Chris Marker fotografiado por Lars-Olof Löthwall 
durante el rodaje de Sacrificio de Tarkovski. 
Abajo, Chris Marker -a la izda.- filma a Tarkovski.

Y mañana, ya hoy, esta noche, debería escribir por ejemplo: llevamos dos años sin el maestro. Y cuando leí que Chris Marker había muerto, pensé que habría llamado al maestro y hablaríamos de aquella escena (de Gracias, luna) en A.K. la película de Marker sobre Kurosawa y sus samurais. Hace unas horas hablé con Esther, de Marker, del maestro. Esta escuela se va quedando cada vez más sola, se va colmando de ausencias. Pero mañana conjuraremos el vacío brindando por nuestros muertitos, que diría Rulfo. A Marker le hubiera gustado haber vivido en una época más pacífica, así se hubiera dedicado a filmar lo que más le gustaba: las chicas y los gatos. En realidad quería decir que sólo filmaría chicas y gatos, porque nos dejó bellísimos retratos de mujeres:

Fotogramas de La jetée

Fotograma de Sans soleil

Y sembró el mundo de gatos risueños.



Hasta eligió a un gato como alter-ego. Guillaume-en-Egypte. Y cuando le pedían una foto, mandaba a Guillaume. O se escondía tras él cuando su amiga Agnès Varda lo filmaba en el taller.


Y uno quiere creer que fue un gato lo último que vio cuando cruzaba la puerta para el último viaje. O quizá se fue con la memoria de una mujer, pongamos por caso de Simone Signoret -a quien le dedicó Mémoires pour Simone (1986)-, su amiga desde los tiempos del instituto de Neuilly-sur-Seine, cuando eran unos adolescentes, alumnos de Sartre que les prestaba novelas de Hemingway y Faulkner. Y aún estaban por venir todos los viajes del mundo. Y todo el cine, porque era de la estirpe de aquéllos que si no existiera lo habrían inventado.


Te has ido, Chris Marker. Pero te (nos) quedas. Y tu memoria llueve con Sans soleil, la más bella de las cartas que se han escrito en el cine para atrapar atrapar la fugacidad de lo que merece ser mirado otra vez. Otra vez, maestro, en este Termidor donde arden las pérdidas.

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