Días de agosto con Deus e o diabo na terra do sol.
Y O dragão da maldade contra o santo guerreiro (Antonio das Mortes).
Días de agosto con Glauber Rocha.
Ayer se cumplieron treinta y un años de su muerte. Tenía cuarenta y dos.
Murió aquel 22 de agosto de 1981. En Río de Janeiro.
Lo habían trasladado en avión desde Lisboa el día anterior.
Lo velaron como un pae de santo. Cánticos, llantos, bailes. Quienes amaban a Glauber. Quienes amaban su cine. En el Parque Lage, donde había rodado Terra em transe. Tal día como hoy lo enterraron en el cementerio de São João Batista.
Cineasta bahiano, brasileño, hubiera preferido morir en Portugal.
Rodó en América, en Äfrica, en Europa. Cineasta tricontinental. Filmó la revolución de abril. Lo vemos en el filme colectivo Armas e povo (1974-1975).
Vine para morir en Portugal, le confesó a Carlos Pinto, su amigo y último confidente, el sonidista que lo acogió en Sintra donde vivió los últimos siete meses que le quedaban.
Sintra es un bello lugar para morir, le dijo a Patrick Bachau, el actor que rodaba allí El estado de las cosas con Wenders.
Le hubiera gustado morir en Sintra. Y tal vez que esparcieran sus cenizas desde Monte da Lúa. Frente al Atlántico, donde escribió su últimos guiones, sus últimas páginas (cartas, textos de cine, poemas).
Glauber Rocha en Sintra
Ser un fantasma y acompañar al fantasma de Pessoa en un Chevrolet blanco por la carretera de Sintra. Esperando el regreso del rey don Sebastián. O el Apocalipsis.
¿Quién se acuerda de Glauber Rocha? Hay que acordarse de Glauber Rocha. Traerlo con su cine cerca de nuestro corazón.
Recordar por ejemplo que se cumplen cincuenta años de la alborada del cinema novo. Cincuenta años de Barrovento, la primera película de Glauber Rocha. Un filme que dirigió sin querer. Lo empezó como productor pero tuvo que acabarlo como director.
Recordar por ejemplo que Glauber Rocha suspiraba por un cine tan maravilloso que el espectador no soportara vivir en el mundo tal como es y no le quedara más remedio que trasformarlo.
Glauber Rocha en Vent d'est de Godard.
En la encrucijada del cine,
señala la dirección del cine del tercer mundo:
un cine peligroso, desconocido, maravilloso...
Recordar por ejemplo que Glauber Rocha experimentaba otro cine -y aun un cine otro- porque no soportaba el estado de las cosas, y quería que sus películas enseñaran a ver otro mundo como una aventura posible. Filmes como Deus e o diabo... y Antonio das mortes; westerns del sertão, westerns de cangaceiros, por así decir, filmes de cordel, que incorporan la literatura oral de honda raíz popular a través del cedazo godardiano. Películas para espectadores hambrientos. De otro cine. De otro mundo.
Cinéfilo, crítico, teórico del cine, revolucionario, cineasta. Filmaba como vivía. Con una pasión sin tregua. Ardiendo en la hoguera de su tiempo. Tiempo de Glauber. Echando leña -o sea, filmes- al fuego. Consumiéndose en una utopía. En un agosto interminable. Hasta quedarse solo frente al Atlántico. En Sintra.
En abril de 1981, la Cinemateca Portuguesa le dedicó una retrospectiva. El cineasta prefería verla como una perspectiva. Se produjo un incendio en la sala de proyección y las copias de las películas de Glauber Rocha ardieron. Cine verdadero. Destino de cineasta incendiario.
En agosto de 1981, en la cama del hospital de Lisboa hojea los primeros ejemplares de Revoluçao do cinema novo recién publicado, que reúne sus textos de teoría y crítica de cine. Para hacer cine lo único que se necesita es una cámara en la mano y una idea en la cabeza. Fue la divisa del cinema novo. Más adelante precisará: Cámara en mano o en el trípode, la técnica evoluciona, eso no importa. Pero una idea en la cabeza siempre.
Agosto de Glauber Rocha.
Confieso que desde de que empecé a seguir tu blog esperaba con curiosidad un texto sobre el cinema brasileño. No podrías haber elegido mejor tema... y no me decepcionaste. Especialmente porque en Brasil no se publicó una línea recordando la muerte de Glauber. Una pena.
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