En Milagros de vida, J. G. Ballard evoca su alumbramiento como escritor en la oscuridad de los cines en Londres tras la 2ª guerra mundial. "Por encima de todo estaba el cine Arts", donde recuerda haber visto Los niños del paraíso de Carné, "una maravillosa farsa" protagonizada por Arletty; Manon de Clouzot "con la divina niña mujer Cécile Aubry, al parecer de mi misma edad y de recuerdo imborrable para un muchacho de diecisiete años"; o el Orfeo de Cocteau, "con otra divina como María Casares encarnando a la muerte".
Fotograma de Manon (1949) de Clouzot,
iluminada por Armand Thirard.
También me gustaban las películas estadounidenses, sobre todo las cintas de serie B que constituían el espectáculo menor de los programas dobles. Era la época del apogeo del cine negro, y cuando teníamos las tardes libres me escabullía a ver todo lo que los estudios de Hollywood podían ofrecer.
Fotograma de Perdición (1944) de Billy Wilder,
iluminada por John F. Seitz.
Devoré Perdición (Barbara Stanwyck me recordaba en algunos aspectos a mi madre y sus amigas de las partidas de bridge, mujeres desesperadas que trataban de escapar a sus papeles de amas de casa) y Retorno al pasado, con Robert Mitchum, pero mis películas favoritas eran las de crímenes y gánsteres con presupuestos ínfimos.
Fotograma de Pitfall (1948) de André De Toth,
iluminada por Harry Wild.
Fotograma de Gun Crazy (1950) de Joseph H. Lewis,
ilumnada por Russell Harlan.
Aquellos filmes a menudo eran mucho más interesantes que los instrumentos para el lucimiento de las estrellas que encabezaban los programas.
Con los materiales más simples -dos coches, un motel barato, una pistola y una morena cansada-, evocaban una imagen dura y nada sentimental de la ciudad primitiva, un espacio psicológico que existía primero y ante todo en la mente de los personajes.
Fotogramas de The Phantom Lady (1944) de Robert Siodmak,
iluminada por Woody Bredell.
Al escribir mis relatos en los ratos libres que me dejaban los deberes de las tardes, descubrí que el cine de la posguerra planteaba un grave desafío a cualquier aspirante a escritor.
Fotogramas de He Walked by Night (1948)
de Alfred L. Werker y Antony Mann,
iluminada por John Alton.
Me gustaban los contundentes thrillers estadounidenses, con su expresiva fotografía en blanco y negro, sus ambientes siniestros y sus historias sobre alienación y traición emocional.
Fotogramas de Hollow Triumph (1948) de Steve Sekely,
iluminada por John Alton.
Intuía que estaba surgiendo un nuevo tipo de cultura popular que explotaba la psicopatía del público, y de hecho tenía que provocar esa psicopatía si era efectiva.
Fotogramas de Woman on the Run (1950) de Norman Foster,
iluminada por Hal Mohr.
El movimiento artístico moderno lo había demostrado desde el inicio, con la poesía de Baudelaire y Rimbaud, y el compromiso voluntario de la psicopatía del público es casi una definición de la modernidad en conjunto.
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