1/8/14

Arrabal


1 de agosto. Llevamos cuatro años sin el maestro. Y me veo hablando solo cada vez más tiempo. Hablando de cuanto nos quedó por hablar y de cuanto al acaso de los días reclama esa parrafada que hace sólo cuatro años encontraba su descarga con cabal cumplimiento.


Yo siempre fui mucho de hablar solo. De chaval ni siquiera disimulaba; quiero decir: me olvidaba de disimular perdido en mis cavilaciones, que en plano general debía figurar como en compañía de fantasmas. Me veían hablar solo por los caminos y le iban a mi madre con el cuento de que andaba de palique con las ánimas, y que debía hacérmelo mirar, no fuera el caso de quedar uno prendido en las telarañas del trasmundo. Mi madre, más que nada por evitarse el fastidio de las comidillas, cuando me iba adonde fuera siempre me reconvenía por anticipado: "Y no se te ocurra andar hablando solo". Seguí hablando solo, claro, pero en el curso del tiempo supongo que disimulé mejor (no hubo quejas). El coche ayudó lo suyo, se puede hablar solo mientras se conduce (y más ahora: se creen que hablas por el manos libres); cuántas clases hilvané en la carretera, cuántas escenas enredé al volante. En casa, sobra decir, hablo solo; cuando estoy solo, pero cuando no también (creo que Ángeles disimula por no interrumpirme los soliloquios). De un tiempo a esta parte hablo solo más aún. De política, sobre todo. A estas alturas de la película -esta peste de horror y estupidez, miseria y barbarie, farsa y sumisión- hay cosas que ya sólo me atrevo a hablarlas conmigo. He pasado a la clandestinidad.


Hablo más solo (también) porque me falta el maestro. Y cuánta falta me hace. Con él hablaba de muchas cosas, pero hay cosas de las que sólo hablaba con él. De política, por ejemplo. Con él, la política cobraba visos de una pasión utópica ya olvidada que se trasfiguraba en memoria viva, en resistencia. (Como en los textos de Pasolini.) En fin, imagino que ahora vivimos los dos en la clandestinidad. (El maestro también era mucho de hablar solo.) Y ahí nos vemos. En un arrabal. De Accattone, pongamos por caso.

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