15/7/12

Por una ventanita


Pasé unas horas este domingo escribiendo un artículo sobre Le Havre para la revista Kinetoscopio de Medellín (Colombia); me hacía -bueno, me hace- una ilusión especial tratándose de la única revista de cine -según me han contado- que aún se edita en papel en Latinoamérica. Durante la semana y con el encargo a la vista, la memoria me traía por momentos ráfagas de la película de Kaurismäki. Un bálsamo, la escritura y la memoria, para embridar la indignación que amenazaba con desbordarse al compás de las injurias de esos diputados aplaudiendo la política cobarde -y aun genuflexa- de un presidente-cipayo del capital mientras anunciaba medidas miserables contra los parados -por mencionar sólo lo más sangrante- o, en otra órbita de lo real -menos mal que Agustín García Calvo no deja que nos olvidemos de que la realidad no da cuenta de cuanto existe-, esa masa de cretinos que hacen cola para subir al Everest y hollar una cima que no se merecen; unos inspiran desprecio, otros sólo lástima. Eso sí, uno u otra olímpicos. Recuerdo que una de las últimas lecciones del maestro tuvo que ver con disciplinarse contra la indignación mediante un ejercicio de lejanía: ponerle marco a la fuente de la santa ídem y otearla en lontananza desde la ventana del humor -entre negro y socarrón, dependiendo del día y del ánimo-, pero con humor al fin y al cabo (aunque a veces no viene mal añadir un par de dedos de Glenlivet para elevarse otro tanto sobre la realidad). Aquel bálsamo y esta ventanita me permitieron disfrutar unas cincuenta páginas más de Cita en Samarra de John O'Hara -cómo no se habla más de este gran escritor, con una prosa y unos diálogos que (por lo menos en esta novela) nada tienen que envidiar a Hemingway, Hammett o Scott Fitzgerald- y rendirle un homenaje póstumo a la gran actriz Isuzu Yamada -que murió el lunes pasado- con una sesión continua de -Elegía de Naniwa y Las hermanas de Gion-, las dos películas de 1936 que rodó con Mizoguchi.




Cuatro fotogramas de Isuzu Yamada (como Ayako), 
en la última escena de Elegía de Naniwa
que acaba con una (acusadora) mirada a cámara.

Por eso, en lugar de una hemorragia de denuestos, os dejo una canción de Roberto Vecchioni -Le lettere d'amore- sobre aquel poema de Pessoa/Álvaro de Campos, Todas las cartas de amor son ridículas... Por una ventanita.




1 comentario:

  1. Daniel, te comento que en el Perú se editan en Lima unas cuatro o cinco revistas cine. Tal vez en Colombia sea la única en papel, pero en Lima hay varias de ellas.

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