La escritura de Ferlosio se tensa en la encrucijada del lenguaje con el mundo, en el trabajo de las palabras como herramientas de iluminación del mundo contra el mundo creado por el uso de las palabras como herramientas de alienación. Leer a Ferlosio despierta. Pero también encanta, como en El testimonio de Yarfoz. Y a veces, como prueban estos pecios entresacados de La hija de la guerra y la madre de la patria, también hace milagros, como dar con las palabras para nombrar lo inefable sin dañar su misterio. Un arte de naufragios.
(Ante el retrato de Juan de Pareja) Tal vez me alegraría si me enterase de que quería a su criado y lo trataba con dulzura, pero, con todo, me conformo con ver hasta qué punto la incorruptible lealtad de sus pinceles no supo negarse a emanciparlo de toda servidumbre imaginable, reconociendo y fijando para siempre, en esa levitante inteligencia y seriedad de la mirada, el aura de la más alta condición humana.
(El Aduanero) La insípida naïveté de aquel pintor sencillo, Le Douanier Rousseau, estalló de pronto en verdadero genio cuando pintó la guerra como una niña descalza, despeinada, con una camisa blanca hecha jirones y de ojos jubilosos y feroces, bajo el azul de un cielo luminoso y en medio de un campo verde cubierto de cadáveres.
Es curioso, precisamente ayer busqué en el diccionario la palabra "pecio". Quería hacer una metáfora divertida sobre mis dotes de nadador. Lamenté que la palabra se refiera solo a los fragmentos o pedazos y no a la nave entera.
ResponderEliminarUn abrazo.
No tenía que haber mirado el cuadro de la guerra...ahora tengo que venir a verlo una y otra vez...
ResponderEliminarUn beso, Daniel
De Ferlosio aprendí -entre otras cosas- a llamar a mi Instituto: "Centro de cansancio".
ResponderEliminarSaludos, maestro.