Retornos empezó a fraguarse en alguna taberna de Noia hace unos años, mano a mano entre Luis Avilés y David Pérez Iglesias. La historia de un regreso con un pasado a cuestas a un mundo roído por el salitre, la humedad y el tiempo cifrado de una derrota interminable, a una Galicia fea, donde lo nuevo se ensaña con desmemoria en lo viejo que desprecia con un desgarro de auto-odio, a un país triste, como esos puticlús pregonados en luminosos tristes que amojonan de neones las carreteras secundarias, la red neuronal de una geografía de aldeas perdidas en estos tristes finisterres. La historia podría devenir un western telúrico pero deriva hacia el thriller rural, como una grapa destilada de un bagazo melancólico. Una atmósfera que recuerda esas novelas de Simenon que acontecen en otros finisterres, pongamos por caso en Concarneau. Una película esculpida con luz atlántica, deitadiña, que decía el maestro.
Pero más allá de una historia de padres e hijos y de odio entre hermanos, pespuntada en una falsilla de género alrededor de un puticlú de aldea, Retornos nos convence porque, al fin, despliega en la pantalla un país que reconozco como el mío, la tierra de la lluvia y la bruma, del olvido y la negra sombra; esos interiores desangelados, esos cuartos con manchas de humedad en las paredes desconchadas; esos seres lacónicos, amargados por un íntimo encono o lacerados por un íntimo desconsuelo. En este país preñado de un inclemente desasosiego no hay Innisfree al que regresar.
Luis Avilés, a la izda., dirige a Xosé M. Olveira Pico
en Retornos.
Retornos nos convence porque, más allá de la historia que nos cuenta, destila una mirada sobre este finisterre. A estas alturas resulta insoportable que una película me despache dos horas de supuesto entretenimiento con el pretexto de contar un cuento -ilustrado-; una historia puede bastarme en una sobremesa, pero si voy a ver una película no quiero una historia, quiero cine, y cuántas veces sobra película y falta cine. El cine no es -no puede ser- sólo un pretexto, una forma de contar, sino un texto -fílmico-, es decir, una forma de mirar. Y es la mirada de Luis Avilés lo que nos convence. O sea, el cine que destila Retornos cuando las imágenes son menos deudoras de la trama -de las exigencias del género y de la necesidad de responder las preguntas que el espectador se pueda plantear- y despliegan todo su poder de sugerencia.
"una historia puede bastarme en una sobremesa, pero si voy a ver una película no quiero una historia, quiero cine, y cuántas veces sobra película y falta cine. El cine no es -no puede ser- sólo un pretexto, una forma de contar, sino un texto -fílmico-, es decir, una forma de mirar"
ResponderEliminarNo se puede decir mejor :)
Feliz puente, Daniel. Besos para ti y para Angeles
Gracias Daniel, cousas como as que dis son as que fan que un colla forzas para seguir adiante neste audiovisual que nos tocou vivir. Sigue con este Blog, e un regalo impagable.
ResponderEliminarLuis Avilés.