24/9/10

Recado de escribir

En una de las entradas de Los cuadernos de Rembrandt, la sexta selección de los cuadernos de notas de José Jiménez Lozano, se pasea por los lugares para escribir y por las querencias de los escritores a propósito de las estancias soñadas para sus menesteres literarios. El absoluto silencio que Thomas Mann exigía en todas las habitaciones de su casa, y aún en la escalera y demás pisos del edificio en que vivía; "el Mago trabaja", decían. O la habitación propia de Virginia Woolf.


Pero la guerra llegaba hasta las paredes del torreón donde escribía Montaigne y donde escribía Cervantes era a menudo una casa de Tocamerroque. Porque, como decía Faulkner, para escribir no se necesita ninguna clase de libertad, sólo un lápiz y un papel. Y trae a colación Jiménez Lozano el Ritratti di donne de Pietro Citati donde habla del aquel de escribir de Jane Austen:

Después de la cena, comenzaba a escribir. Estaba sentada ante una pequeña escribanía de nogal en una estancia de paso y, cada vez que la puerta se abría anunciando la llegada de una criada o de la hermana, o de un sobrino, escondía el folio, lleno de limpios caracteres, en el cajón o debajo del secante. Creo que hubiera podido tener 'una estancia toda para ella', pero quizás quería escribir, como muchos escritores que he conocido, en una estancia de paso, precisamente porque la puerta se abría, y pasaban la criada y el sobrino; se percibían los sonidos y los olores, y ella no se sentía excluida del corazón de la existencia.

Jane Austen

Y claro, cómo narrar si uno se siente excluido del corazón de la existencia, si narrar significa justamente abrir veredas hacia el corazón de la vida que late -debe latir, como condición sine qua non- en el centro mismo de la narración. Apunta Jiménez Lozano que aun los ruidos no resultan incompatibles con el silencio de los adentros, así que podríamos entender los sonidos y los olores como la impregnación del aire en el ámbito de lo que se escribe. El ruido esencial de la escritura.

Cuentos, de Joan Brossa

Entonces pensé que a Ángeles le gustaría leer esta pequeña historia de su querida Jane Austen, a ella, que se encarga de acompañar con los ruidos de la vida mi recado de escribir.

4 comentarios:

  1. !Oh, sí! Claro que me gusta y además no lo sabía, como tantas otras cosas de las que escribes.
    Jane Austen también se merece una entradita, je je,creo que está un poco infravalorada y no es ninguna sugerencia ni nada...
    Por cierto, me han llamado muchas cosas, pero es la primera vez que se refieren a mí como un ruído, y no digo yo que no lo sea, incluso a veces un estruendo.
    Un abrazo a todos los que se pasan por esta escuela.
    Ángeles.

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  2. Eres un pozo de sabiduria Daniel.
    Me ha encantado leer tu entrada.
    Un beso a los dos

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  3. Ángeles, aunque soy un recién llegado, agarro ese trocito de abrazo que me corresponde. Gracias.

    Creo que ruidosa o no, eres su musa.

    Un saludo.

    P.S. Se me olvidaba profe, me ha encantado tu texto.

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  4. Yo también quiero mi trocito de abrazo.
    Que hermoso, Ángeles, tú los ruidos de la vida…
    ¿Daniel?... ¿Daniel?... ¡Ah! Si, Daniel, una hermosa maleta.
    Ángeles, un beso. (Creo que los ruidos de la vida se pueden besar. Eso si, con los ojos cerrados)
    Daniel, un abrazo (a una maleta se la puede abrazar como a un árbol, si se le tiene cariño)

    P.D.
    De tus textos no digo nada…

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