Thomas Hardy cuida del jardín
en su casa de Max Gate en Dorchester
Thomas Hardy quería que a su muerte lo enterraran junto a su primera mujer, Emma. Sin embargo, cuando le llegó su hora el 10 de enero de 1928, los prohombres de la cultura reclamaron sus restos para ser incinerados y depositados en el Rincón de los Poetas de la abadía de Westminster. Como Florence, la segunda mujer de Hardy, insistiera en los deseos del escritor, los próceres transigieron con una solución de compromiso: extrajeron el corazón de Hardy para enterrarlo con Emma en el cementerio de Stinsford, al norte de Dorchester, y los demás restos fueron incinerados y depositados -con honores- en el Rincón de los Poetas.
Por lo visto, dejaron a cargo de la criada el corazón sobre la mesa de la cocina pero, cuando se presentó el enterrador, ni rastro de la víscera. Bueno, sí, sólo encontraron al gato de Thomas Hardy relamiéndose. En fin, que había que buscar alguna solución, y el enterrador resultó de lo más expeditivo: ni corto ni perezoso enterró el corazón de un cerdo en la tumba del escritor.
Cuando la frutera me vuelva a insistir, que insistirá, tendré que esforzarme para no caer en la tentación de contarle una fábula -con moraleja y todo- a propósito del apetito del gato de Thomas Hardy.
Jajajajajajaja, cómo me he reido imaginando el toma y daca entre tu y la frutera.
ResponderEliminarNo conocía eso de Thomas Hardy!!
Una historia preciosa. El gato fue muy listo: se quedó con el recuerdo más sabroso de su amo. Pero creo que para el corazón tampoco fue un mal final. Entre tanta disputa, dónde iba a estar mejor que el vientre de aquel con quien había compartido tantas tardes.
ResponderEliminarEl blog, una maravilla que disfruto cada vez que lo actualizas. Un saludo. Chimista.
Tenían que haber enterrado al gato con la primera mujer... le habría estado bien, por goloso.
ResponderEliminarDios, a medida que iba leyendo me temía que el gato con sus dos corazones, el propio y el comido fuera a parar a la tumba de la primera mujer...A mi me gustan mucho los gatos, Daniel, me quedaría encantada con el que tú no quieres pero soy alérgica.
ResponderEliminarUn abrazo.
Menos mal que la que insiste es la frutera y no la de la casquería.
ResponderEliminarAbrazo.
Conocía la historia del corazón del poeta hasta la escena de la segunda esposa arrancándoselo. Pero lo del festín del gato y la entrada en escena del cerdo, esto, no lo conocía.
ResponderEliminarQue sea cierto o no, es lo de menos. Lo has contado magistralmente.
Ya sabes que la vida de T. Hardy recuerda a veces sus propios poemas. Lo digo en este caso por su poema "El corazón de él":
"A media noche,
en esta estancia donde yace muerto,
yo pensé que podría averiguar
quién fue en su vida, que no comprendí
nunca con claridad. Si escudriñase
la ciudadela de su corazón,
...................................
Me incliné sobre él, que pareció
con tranquila confianza sonreír
todo el rato que tuve, ya arrancado
y sosteniéndolo, su corazón.
Un abrazo.
Daniel, y ¿En Murcia que tenemos de Alfonso X? No me extraña que algún gato del “Libro de los gatos” hiciera lo propio.
ResponderEliminar“Preferiría llamar a Thomas Hardy. Esa protagonista suya, Eustacia Vye, me encanta”
(Holden C.)
Daniel, un saludo.
¡Joder, un gato, Daniel, ni se te ocurra, es capaz de comerte el corazón en cuanto te descuides¡
ResponderEliminarNo te cortes, cuéntale la historia a la frutera, a ver por dónde te sale.
Un abrazo.
Elías