Me cuenta Manolo González que mañana cuelgan en Flocos la mejor película realizada en este país: O carro e o home (1940) de Antonio Román. Lo de "mejor película" es cosa mía. Una pequeña gran película. Patrimonio nacional. Una pielecita que conserva y transmite una impresión vívida que nos emociona con el roce del grano de una voz. Una voz memoriosa y memorable. Una voz que nos lleva de viaje.
Y como todo viaje hacia las nacientes de la memoria y de la identidad, la disfrutamos aún más, si disponemos de una guía escrita por quien rastreó con amor las huellas de los autores durante el proceso de realización de este modélico -clásico diríamos- documental etnográfico, al que la voz de Xocas dota de un aliento poético que comunica un sentimiento de misterio, como si escucháramos el latido de los orígenes. Esa guía existe. Se titula No verán de 1940. Su autor, Pepe Coira. Es la crónica de O carro e o home. La editó Biblos en 2004, en la colección Mandaio.
Conocí a Pepe Coira en el otoño de 1986. Trabajaba en El Correo Gallego y me entrevistó a propósito de Río de sombras. Fue la mejor entrevista que me han hecho nunca. En realidad, la única entrevista digna de ese nombre. Pero lo mejor de la entrevista fue que sirvió de pretexto para conocerle. Desde aquella ocasión, la vida, por suerte, nos acercó y podemos compartir, a menudo, lo que más nos gusta, libros y películas. Hablar de películas y de libros, y si son libros sobre películas aún mejor. No verán de 1940 lo leí como un regalo inesperado. Pero además es un libro oportuno, necesario y útil. El complemento perfecto para O carro e o home, la película de Antonio Román, Carlos Serrano de Osma y Xaquín Lourenzo.
Pepe Coira escribió No verán de 1940 por la misma razón por la que se hacen las películas, en palabras de nuestro querido Jean Renoir, para tender un puente que llegue hasta el espectador, en este caso hasta los lectores. Para acompañarlos en un viaje, nos cuenta, hacia un tiempo y un lugar perdidos en el verano de 1940 cuando tres amigos hicieron una película en la aldea de Lobeira.
Cuando acabé de leer el libro no pude evitar alejarme de esa aldea para tomar distancia y situar a esos tres amigos que rodaban O carro e o home en los años de hierro, cuando los que se habían salvado del paseo o del paredón se reorganizaban en los montes para plantarle cara al franquismo, al comienzo de una larga dictadura; Europa había caído bajo el nazismo y el mundo... En fin, en aquella aldea perdida, mientras el mundo se hacía pedazos, tres amigos iban a contar la historia de un carro. Como quien sostiene en las manos una pequeña lumbre que alivie la intemperie de la Historia.
Y bien, digámoslo ya, el libro está estupendamente escrito -en voz baja y sin subrayados-, tan bien que incluso podemos leerlo en la cama. No me resisto a citar aquí el último párrafo por si hiciera falta una razón más para la lectura de esa crónica y la contemplación de la película:
"Toda película, cos anos, adquire ese valor[testemuñal]. No caso de O carro e o home cómpre reparar, ademais, en que a súa cámara foi a un lugar onde poucas foran. Que enfocou xentes, accións e cousas aos que moi escasas cámaras de cine prestaran atención. E que o fixo cun talento, cunha proximidade e cun amor que o tema merecía, pero do que apenas nunca fora obxecto. O carro e o home é unha película pola que dar as gracias."
Una vez más, gracias, Pepe.
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