La película se tituló aquí
Mercado de ladrones, un título que recupera el de la fuente literaria, la novela de
A. I. Bezzerides, autor también del guión. La dirigió Jules Dassin y en los USA se estrenó como
Thieves' Highway (1949), carretera o autopista de ladrones. No faltaba nada para que el cineasta pasara a formar parte de los
blacklisted distinguidos durante la
caza de brujas como uno de los
diez de Hollywood y el guionista engrosara la lista gris. A mi padre le gustaba mucho esta película, que seguramente le recordaba sus años de camionero en la Ruta; como esa escena con el protagonista bajo el camión, de noche, cambiando una rueda reventada, que el director de fotografía Norbert Brodine ilumina aprovechando los faros de los camiones que circulan por la carretera.
Nick Garcos, encarnado por Richard Conte, llega a San Francisco con un camión cargado de manzanas y se encuentra con Rica, en la piel de Valentina Cortese, que lo lleva a descansar a la habitación del hotel donde se hospeda (no actúa precisamente de forma desinteresada, pero ésa es otra historia). Mientras Nick se lava bajo la ducha, le pregunta a Rica si le gustan las manzanas...
-¿Sabes lo que cuesta conseguir que llegue hasta aquí una manzana y la puedas comer? Tienes que meter trapos en tubos de escape, estafar granjeros, levantar camiones con el cogote, transmisiones averiadas...
En pocas palabras le desgrana a la chica la escaleta de escenas que hemos vivido en su viaje con el camión desde las plantaciones de manzanos hasta la ciudad.
-
No sé de qué me estás hablando -le suelta ella-.
Pero ahora tengo más respeto por las manzanas.
En 1949, un
noir como
Mercado de ladrones representaba un vehículo para la crítica social -y aun para la conciencia política-, así que podrían interpretarse esas líneas de Nick como una suerte de didáctica de la economía política (marxista, claro). A estas alturas, más de sesenta años después, devienen pura historia
natural de las manzanas. Tan natural -faltaría más- como el capitalismo.
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