12/6/12

Serge Daney (y la fibra más íntima del cine)



Se cumplen veinte años de la muerte de Serge Daney. La Cinemateca Francesa lo conmemora a través de una programación especial con proyecciones, conferencias y mesas redondas. Crítico de Cahiers du cinéma en los sesenta y jefe de redacción en los setenta, crítico de Liberation en los ochenta, y fundador de la revista Trafic, dejó tras de sí una obra tan fragmentaria como seminal.

Un fotograma de Gertrud, de Dreyer
una de las películas de la programación 
Serge Daney: 20 años después

Para Daney, hablar de una película después de verla era esencial, sólo entonces deviene experiencia visual, porque no vemos las cosas bien hasta que no las traemos de vuelta con las palabras. Un cinéfilo inscribe el cine en la tradición oral porque ver implica -exige- hablar de lo que se ha visto, que tiene mucho de dar fe de una mirada. Escribir de -y sobre- cine significa también explorar lo que las películas hacen con -y producen en- nosotros, y descubrir cómo nos trabajan por dentro en el curso del tiempo. Escribir lleva aparejado re-ver, ver de nuevo, y tal vez ver lo que no se había visto la primera vez. Un proyecto como Trafic surge de esa manera de entender la escritura sobre el cine. Del deseo de trazar rutas, de abrir pasajes, de iluminar caminos para ir hacia una imagen: eso era lo que realmente importaba a Daney.

Un fotograma de Ana, de António Reis y Margarida Cordeiro, 
incluida en la programación Serge Daney: 20 años después

Quizá nadie nunca ha cifrado el aquel de escribir de cine de forma tan bella como Daney, cuando definió la condición del crítico como le passeur, el barquero, que cruza el río del cine entre la ribera del espectador y la ribera de la pantalla, el que facilita -estimula, propicia- el encuentro con ese ser vivo que es la obra cinematográfica. El crítico como barquero del cine, pero también quien cruza fronteras en busca del cine, en busca de los espectadores, y un contrabandista de emociones. Escribir es una forma de ver y mostrar, de traficar (de ahí Trafic) con las imágenes, de traer y llevar películas, de excitar -provocar, animar- el deseo de ver y de rememorar.


Daney entendía la crítica como un acto de amor, escribir sobre las películas era su forma de amar el cine, y aun una forma de vivir: una cosa es aprender a ver películas "como un profesional" -para acabar comprobando que son ellas las que nos miran cada vez menos- y otra cosa es vivir con las películas que nos vieron crecer y que nos miraron, rehenes precoces de nuestra biografía futura, atrapados en las redes de nuestra historia. Escribir para vivir con las películas que nos miran, he ahí el sentido profundo del oficio de Daney.

Un fotograma de Dodes'ka-den de Kurosawa
otro de los filmes de Serge Daney: 20 años después

Si hubiera que señalar un rasgo emblemático -y entrañable- de la escritura de Daney eligiría su sensualidad, una forma casi táctil de acercarse a una película, de tantear las imágenes con las palabras, de seducirlas con el fraseo para que se dejasen querer, para negociar su resistencia, esa resistencia que ofrecen las imágenes que merecen ser miradas y que nos miran. Porque el cerebro funciona como un segundo aparato de proyección [tras la película vista en el cine] que aislará la imagen, dejando a la película y al mundo seguir sin ella. No me imagino un amor por el cine que no se apoye sobre el presente robado de ese 'siga usted sin mí'.  No hay un presente tan arrebatador como el presente del cine, sobre todo para quien ha aprendido de la vida en la escuela del cine, de quien ve el mundo a través del cine; para quien, gracias al cine, este mundo es ya otro mundo.


Incluyo esta cita -un presente arrebatado al curso del tiempo- de El espíritu de la colmena, uno de esos recuerdos-pantalla de los que habla Daney, esas imágenes ante las que se le caían los ojos, porque la película de Erice cifra como ninguna otra la experiencia fundacional que representa cruzar el umbral del cine en la infancia. Pero también porque Víctor Erice escribió un bello texto en memoria de Daney, que no puedo encontrar, sólo evocar, donde expresaba su deuda de gratitud con el escritor de cine que había nacido con el cine moderno, cuando Rossellini rodaba Roma, ciudad abierta. También recuerdo una carta de Manoel de Oliveira -como tributo- a Daney donde hablaba del cine como un sueño primordial de la humanidad que sólo pudo materializarse -técnicamente- a finales del siglo XIX. Cine. Memoria. Memoria del cine. Serge Daney.


Serge Toubiana, que ayudó a Daney -ya muy enfermo- a dar forma (de entrevista) a su ultimo libro, Persevérance, trazó el tránsito del escritor de cine con dos imágenes: el cine fue primero para Daney un horizonte y luego un viático. Y antes de escribir y antes que cinéphile, cinéfilo, amante del cine, Daney se sintió cinéfil, es decir, un hijo del cine.


Y quizá no hay otra película que denote esa filiación como Los contrabandistas de Moonfleet de Fritz Lang, en palabras de Daney, el filme más bello de la cinefilia [su versión positiva, la maléfica estaría simbolizada por La noche del cazador de Charles Laughton]: el niño [John Mohune] exige tener un padre, lo elige y le obliga a comportarse como su padre, aunque el otro [Jeremy Fox, el personaje interpretado por Stewart Granger] preferiría hacer otra cosa, y espera de él lecciones de puesta en escena, lecciones de topología, lecciones de reconocimiento del territorio. Y cuánto le gustaba a Daney aquella frase del niño (que tanto le gusta también a nuestro hijo): "El ejercicio ha sido reconfortante, señor" -aunque en el filme no sea exactamente eso (palabra por palabra) lo que se dice-, que en francés, L'exercice a été profitable, Monsieur, sirvió de título a una recopilación de textos críticos publicados a la muerte de Daney (en castellano puede leerse una antología, Cine, arte del presente, de Santiago Arcos editor).


Los contrabandistas de Moonfleet y La noche del cazador, dos de las películas más amadas de Daney, las dos de 1955, el año que nací, son las únicas que echo verdaderamente de menos en la programación que le tributa la Cinemateca Francesa.



A uno le gustaría pensar que la obra de Daney representa un faro para cuantos tratamos de escribir sobre cine, y que seguimos viéndolo como un maestro en la tarea de iluminar el camino hacia las imágenes: Entre lo que se alucina, lo que se quiere ver, lo que se ve realmente y lo que no se ve, el juego es infinito: es ahí donde tocamos la parte más íntima del cine.

1 comentario:

  1. Creo no equivocarme si digo que el artículo de Víctor Erice sobre Serge Daney se encuentra en un número estupendo de la revista Archipiélago dedicado al séptimo arte, concretamente el número 22. Como la tengo en casa no tendría ningún inconveniente en escanearlo y enviártelo si me das una dirección de correo electrónico. Es lo menos que puedo hacer por alguien que mantiene un blog de cine como éste.

    ResponderEliminar