24/2/11

Nuestra noche



Godard rodó Nuestra música (2004) en Sarajevo. Se trata de un ensayo fílmico que conjuga documental y ficción, o mejor, donde documental y ficción se transfiguran en una forma que piensa sobre la guerra y la civilización, la destrucción y la cultura, la violencia y el cine, el texto y la imagen.


En una secuencia de Nuestra música vemos a Godard impartiendo una clase a unos estudiantes, justamente sobre la imagen y el texto, tan importantes en sus películas. Pero muy pronto el cine -que nutre el discurso- se adueña de sus palabras. Y  una de las lecciones cobra visos de parábola.


Mientras vemos a una niña hojeando un libro de láminas de pinturas, escuchamos la voz de Godard:

Una campesina del Segundo Imperio, afirmó haber visto a la Virgen. Le preguntaron cómo era y  Bernadette respondió: "No sabría decir". La madre superiora y el obispo le mostraron láminas de importantes cuadros religiosos. La Virgen de Rafael, la de Murillo, etc. Bernadette repetía una vez tras otra: "No es". 

(La niña, impaciente, pasa las láminas deprisa.)

De repente llega a la Virgen de Cambrai. 

(La niña se detiene en una lámina.)


Un icono. Bernadette se arrodilla: "Es ella, monseñor". Sin movimiento ni profundidad ni artificio que otorgue ilusión de realidad. Sólo lo sagrado.

En otro momento, señala la diferencia entre ver e imaginar, una articulación primordial en la pedagogía de la visión que subyace en la obra de Godard:

Cuando queremos que alguien vea algo, decimos: "Mira eso". Cuando queremos que alguien imagine algo, decimos: "Cierra los ojos".


Al final de la clase, mientras una lámpara dibuja un trazo luminoso en la pizarra de la oscuridad, y a modo de síntesis, la voz de Godard enuncia el principio del cine: ir hacia la luz y dirigirla hacia nuestra noche.

Y las palabras de Nuestra música nos traen a la memoria la noche de Anna Karina en Vivre sa vie, contemplando Juana de Arco de Dreyer.


El cine vislumbra lo sagrado cuando ilumina la experiencia humana y la pone al descubierto en su extrañeza radical, en lo que tiene de innombrable, y transita los caminos de lo más radicalmente otro que hay en nosotros, allí donde las huellas se pierden en la ardiente oscuridad.

4 comentarios:

  1. madre mía que pasada de fotografía, esos ojos, la expresión de la mirada, ufff es genial

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  2. El alma Daniel, el alma...

    Un abrazo

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  3. Menudo último párrafo, Daniel.
    Por ahí transitan también tus palabras de poeta.
    Un abrazo.

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  4. Como vengo tan tarde todos los demás han hecho ya mi comentario :-) Yo te dejo besos y también para Angeles

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