29/1/16

El vigía del cine


Se nos ha ido Jacques Rivette. Me enteré de su muerte por un wasap de nuestro hijo hace unas horas. Hace nada pasé una tarde-noche con El amor por tierra (1984) y La banda de las cuatro (1988), o sea, me lo pasé pipa. Porque Rivette destilaba la alegría de filmar heredada de su maestro Renoir.

Rivette con Jane Birkin en el rodaje de El amor por tierra.

Era un cineasta que te invitaba a jugar con las películas, las novelas, el teatro, la pintura; o mejor, te invitaba a jugar con la memoria del cine, la literatura, el arte que nos hizo (y nos hace) felices. Tan hospitalario era. Te invitaba a la casa del cine para jugar -con París por tablero en Le Pont du Nord (1981), por ejemplo-, como él jugaba con sus actores y actrices en películas que se construían como dispositivos (complots -se preguntaba Rivette si plot y complot no tendrían un vínculo etimológico-, maquinaciones, o sea, puestas en escena) propicios al baile de máscaras y a la visita de fantasmas. Ya referí alguna vez aquella noche de 2001 en el CGAI de A Coruña durante el pase de Va savoir, que se ha quedado prendida ya para iluminar la memoria del cine de este siglo.

Rivette en el rodaje de Va savoir.

Cómo olvidar La bella mentirosa (1991) o La historia de Marie y Julien (2003). Cómo olvidar a Anna Karina en La religiosa hace cincuenta años. O la inmensa Out 1, noli me tangere (1971). Claro que Rivette era mucho más que un gran cineasta (uno de los pocos verdaderamente grandes), tenía una idea del cine (o, si se quiere, una visión, un discurso, una teoría); era un gran crítico (autor de textos cardinales, como Genio de Howard HawksLa mano, De la abyección o su Carta sobre Rossellini)  y un militante del cine. Rivette era un maestro. Y ya nos quedan muy pocos. (De aquella generación de los primeros Cahiers -los amarillos- ya sólo nos queda Godard.) Me dolió saber que padecía de Alzheimer, e imaginar que quien llevaba todo el cine en la cabeza perdiera la memoria de lo que más amaba; él, a quien Claire Denis llamó le veilleur, o sea, el que vela, el vigía del cine. Con todo, tiene razón nuestro hijo, debemos recordar a Rivette con alegría, la que nos depara siempre una obra perdurable, como Céline y Julie van en barco (1974).

Rivette con Juliet Berto y Dominique Labourier 
en el rodaje de  Céline y Julie van en barco.

Recordémoslo pasándoselo pipa con sus actrices. De fiesta, el vigía del cine.

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