Contó Bénard da Costa cuánto le gustaba a Henri Langlois acercar Stromboli y El destino de la señora Yuki (en una traducción más ajustada, "Retrato de la señora Yuki"), proyectando -una después de otra- las últimas bobinas de ambos filmes -contemporáneos: se estrenaron en 1950-, abriendo un pasaje entre el cine de Rossellini y el de Mizoguchi.
Hilvanando la ascensión final de Ingrid Bergman en Stromboli con la de Michiyo Kogure en El destino de la señora Yuki.
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