La película costó unos 9 millones de pesetas, fueron a verla más de medio millón de espectadores y recaudó unos 43 millones de pesetas. Sí, sí, conviene volver a leer las cifras -son cifras oficiales-, y luego preguntarse ¿cómo es posible que aún se hable de Erice como de un director poco menos que un veneno para la taquilla? (Si algún cineasta demostró siempre un cuidado exquisito en cuanto a las condiciones concretas -y límites- de la producción fue Erice. Cuando a tantos se les llena la boca con la industria del cine -español-, basta tapársela con el hecho revelador de que al más grande de los cineastas españoles le cueste tanto rodar una película, tanto como que han transcurrido treinta años sin una película suya que se haya producido de forma normal, si hay algo normal en el cine de estos pagos.) Dejémoslo aquí.
Hoy queremos celebrar el cumpleaños de El espíritu de la colmena. Una película que rememora el encuentro cardinal del cine con la mirada de una niña que abre los ojos al mundo por vez primera. Una experiencia primordial destilada en el tiempo que capturan sus imágenes, el tiempo de los orígenes: ese tiempo sin fechas que reaparece, una y otra vez, en los ojos de los niños, son palabras del propio cineasta en El latido del tiempo, un artículo que escribió con motivo de la reposición de El espíritu de la colmena en las salas de cine hace casi diez años. Por esas mismas fechas, en un seminario sobre la película, confesó: Para bien o para mal, me considero un cineasta incluso cuando no ruedo. Por eso mismo, las películas que hago son la consecuencia de las que, por uno u otro motivo, no he podido llevar antes a cabo. Es inevitable: sobre lo que finalmente se consigue expresar gravita lo no expresado, el porcentaje de frustración que acompaña tantas veces a este tipo de trabajo.
Películas habitadas por fantasmas de películas que no encontraron cobijo en la pantalla. Un forjador de fantasmas. Aquellos versos de Rosalía de Castro -En las orillas del Sar- resuenan como si profetizaran un cineasta como Erice: Pensaban que estaba solo, / y no lo estuvo jamás / el forjador de fantasmas, / que ve siempre en lo real / lo falso, y en sus visiones / la imagen de la verdad.
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