Sentado en una silla de ruedas con la mirada perdida, bajo la luz brillante de California en la terraza de su casa. Llevaba un tiempo que ya no veía nada. Un director ciego. Fritz Lang. Había quien desconfiaba: quizá sólo aparentaba que no veía para justificar que llevara años sin rodar; en realidad, para enmascarar el hecho de que nadie -ni en América ni en Europa- le encargara una película desde hacía diez años. (Quizá le parecía más digno atribuir su retiro a una ceguera.)
Desde luego en la conversación con William Friedkin (al poco de terminar El exorcista) año y medio antes de su muerte el 2 de agosto de 1976, Lang no da la impresión de ser un director ciego, sólo uno de los tuertos legendarios de la Historia del Cine (así, con mayúsculas), uno de esos cineastas -como Ford, como Walsh- que veían más -más hondo, más adentro, más íntimo- con uno ojo que los demás mortales con dos. Pero quizá estaba ciego. O casi. De todas formas ya había visto lo suyo. Sus películas dan fe de un destino en el aquel de mirar. (Hemos vuelto a ver Rancho Notorious, aquí Encubridora: un filme de mirada febril, pura mirada herida, herida de la memoria en la mirada.)
Y en la noche de los ojos su mirada insomne seguía inventando películas. (Quizá con Joan Bennett, conmovido por un mensaje que le hizo llegar la actriz en los últimos días del cineasta: Dile a Fritz cuánto lo sigo amando.)
Fritz Lang con Joan Bennett
en el rodaje de La mujer del cuadro.
Llevaba años rodando en los adentros películas que nunca veremos. Las podía describir escena por escena -cuenta Alexander Kluge en una de sus 120 historia del cine (un estupendo libro editado por Caja Negra)-... Godard había escuchado atentamente tales descripciones. Durante toda una tarde Godard estuvo decidido a filmar uno de esos proyectos. Pero esa película nunca se rodó. Kluge dice que Godard se distrajo con proyectos propios. Y uno entiende que a Kluge le duela esa película no filmada de Lang (y culpe en cierta forma a Godard), y le cree (a ciegas) cuando asegura que haría una marcha fúnebre à la Chopin por esos filmes perdidos en el limbo de la Historia del Cine.
Pero a Godard le debemos una de las películas más bellas de los últimos cincuenta años, los que cumple Le mépris, que puede verse también como la última película de Lang. De Fritz Lang encarnando a un cineasta llamado Fritz Lang que rueda la Odisea.
Fritz Lang en Le mépris:
No lo olvide. Los dioses no han inventado al hombre.
El hombre ha inventado los dioses.
El regreso de Lang al cine (aunque fuera cine dentro del cine; de otro, sí, pero no de cualquiera). En realidad, Lang nunca se fue del cine aunque no rodara películas (por eso se fingía ciego). Él es el cine, decía Godard.
Fritz Lang en 1969. (Fotografía de Harry Chase.)
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