24/8/13

El cine Eldorado


Si no recuerdo mal, la primera vez que me fijé en el Líbano aparecía el nombre escrito en una caja de lápices donde se leía "cedro del Líbano". Mi padre me contó que los lápices se hacían con madera de cedro y en el Líbano había tantos cedros como pinos en los montes de nuestra esquina del mundo. Luego me ayudó a buscar el Líbano en el Atlas (hay nombres comunes de la infancia que hay que escribir con mayúsculas). Y desde entonces los lápices perfumaron las aulas con aromas del Líbano, en el confín -o en la cuna (según se mire)- del Mediterráneo, donde empezaba -o confinaba- el Oriente, la ruta de la seda y las mil y una noches. Pasaron más de diez años, los lápices fueron perdiendo aquel perfume y desde mediados de los setenta el Líbano devino hasta hoy un lugar común del presente: la guerra civil, las matanzas de Sabra y Chatila, y los bombardeos de nunca acabar en Beirut.

Beirut, 1976 (Fotografía de Domingo del Pino.)

Una de las 120 historias del cine de Alexander Kluge se titula Cine en la emergencia. (Una historia que debe hilvanarse con el primer párrafo de un jugoso artículo que Juan Forn le dedicó al libro del cineasta hace dos años en Página 12.) Os la cuento (hilvanada).


Los ataques aéreos han devastado Beirut y del cine Eldorado sólo quedan los cimientos. El matrimonio que llevaba la sala desde hacía décadas apartó los escombros y levantó una tienda sobre el piso de hormigón para cobijar los proyectores que -¿hace falta decir "de milagro"?- se habían salvado; delante, filas de sillas (rescatadas de bares y cafeterías bombardeadas) y al fondo una pantalla a base de sábanas cosidas. Y continúan las sesiones en el cine Eldorado. Sólo hay funciones durante el día. Empieza la película, cuando se ocupan más de diez sillas; no hay más de treinta, pero algunos espectadores traen su propio asiento, y nunca queda una silla vacía. A veces, la banda sonora de los combates en la ciudad -más cerca o más lejos- se enhebra con la de la película. En el cine Eldorado, los espectadores se sienten más seguros que en casa: los edificios destruidos casi nunca son atacados otra vez  A menudo, se va la luz, pero se queda el cine, porque aquellos viejos proyectores funcionan también a manivela. No hay taquilla, pasan la gorra y cada espectador paga lo que buenamente quiere o puede. Cuesta conseguir películas, así que el animoso matrimonio tiene que proyectar a menudo el mismo programa. Kluge menciona Piratas del Caribe, una tarde, a la siguiente dos melodramas hindúes con subtítulos, y a la otra La leyenda de los caballeros del viento de Chen Kaige (como esta película se estrenó en 2006 y el libro de Kluge se publicó en 2007, cabe conjeturar que el cineasta encontró el cine Edorado deambulando por las ruinas al sur de Beirut después de los bombardeos de agosto de 2006).

Beirut, 2006.

Casi todos los espectadores son habituales y nunca preguntan qué película ponen, van al cine como si fueran a misa, escribe Juan Forn. Para quienes no podían -o no querían- huir de Beirut, el cine Eldorado representaba el último refugio. Este cine de emergencia -escribe Kluge- era un consuelo para aquellas personas. En medio del peligro, les gustaba estar sentadas allí, haciéndose mutua compañía. Iluminados por el cine en la noche de los tiempos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario