3/9/12

Ven y mira (Bass, esta vez)


Este cartel para Los siete magníficos obra de Saul Bass nunca fue usado para la promoción de la película. Demasiado gráfico y demasiado poco convencional. Cifra a las mil maravillas el arte del diseño de Saul Bass: una idea que se ve, la forma visible de un concepto, una metáfora en un golpe de vista. El elemento gráfico -un prodigio de economía expresiva- remite a la caligrafía japonesa y rinde tributo a la película original, Los siete samuráis de Kurosawa. Un cartel (demasiado) magnífico para Los siete magníficos. No era la primera vez. Ni la última. También rechazaron este cartel para La lista de Schindler de Spielberg.


Con Saul Bass, la secuencia de créditos -Vértigo (por citar una de las primeras de su filmografía) o La edad de la inocencia (una de las últimas)- deviene un relato que borda una metáfora (con el tejido de la ficción) de la película que preludia. Tanto en los títulos de crédito como en los carteles -articulados a través de la unidad de diseño-, lo gráfico (y tipográfico) se convierte en herramienta primordial para expresar el concepto, el hilo de la trama o el dibujo subyacente de la historia que vamos a contemplar, la idea nuclear -el adn, por así decir- de la obra cinematográfica.







Fue Otto Preminger quien devolvió a Saul Bass al cine. Se lo debemos. Y le debíamos a Saul Bass una de estas entregas dedicadas al cartelismo cinematográfico. El diseñador había trabajado en el departamento de publicidad de la Warner durante los años cuarenta, cuando la imagen de las estrellas era un elemento irrenunciable en el diseño de los carteles de las películas, y los créditos eran poco menos que elementales y no deparaban ninguna sorpresa. Saul Bass montó su propio estudio de diseño y se dedicó a la publicidad (el logo de kleenex, pongamos por caso, es obra suya). Hasta que en 1954 Preminger le propone diseñar los créditos y el cartel de Carmen Jones.


En adelante, Saul Bass se encargará de los créditos y los carteles de la mayoría de las películas de Preminger. Y en la siguiente colaboración en El hombre del brazo de oro (1955), la energía gráfica de Saul Bass llama la atención de profesionales y cinéfilos, y transforma la concepción de la secuencia de los títulos de crédito y de los carteles. Enseguida Aldrich, Wilder, Hitchcock, Wyler, Kubrick, Wise... querrán contar con él.  En palabras de Scorsese, que trabajará con el diseñador a partir de Uno de los nuestros, Saul Bass convirtió los títulos de crédito y los carteles en una forma artística. Hasta El hombre del brazo de oro el cartel de una película era la promesa de un sueño, ahora, ante aquel cartel uno sabía que se trataba de otro tipo de sueño. 
Para Saul Bass, el factor decisivo en El hombre del brazo de oro y las demás películas que hizo con Preminger fue la noción de comprometerse con una idea central. La noción de que resultaba posible de manera totalmente esquemática decir "de esto es de lo que trata la película" y desarrollar una imagen visual evocadora que expresara esa noción,  y que la expresara de un modo alusivo y seductor, o quizá metafórico y provocador, que pudiera despertar el interés de los espectadores y los animara a ver la película.







Contemplando el trabajo de Saul Bass se aprecia una sintaxis gráfica como ejercicio de síntesis, una depuración de formas para atraparnos con la promesa de un sueño despierto. La caligrafía de una telaraña para nuestra mirada.

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