El miércoles impartí la última sesión de unas clases que me habían encomendado en un curso de guión y quise que vieran El libro de notas de Francis Coppola, una pieza incluida como extra en la edición en dvd de la trilogía de El Padrino en 2001: una lección magistral en menos de diez minutos. Así, siempre tendrían algo iluminador a lo que acudir en momentos de tribulación, que nunca faltan en este oficio de tinieblas. Podéis ver aquí la pieza en versión original, no la encontré subtitulada.
Una página del libro de notas de Coppola
Coppola siguió con la novela de Mario Puzo los pasos de Elia Kazan cuando preparaba Un tranvía llamado deseo a partir del texto de Tenesse Williams, una práctica bastante habitual, por lo demás, en el teatro. El libro de notas, en definitiva, materializa el trabajo previo del guionista y muy bien podría titularse "El guionista se prepara para escribir el guión". E igual de bien "El director se prepara...", porque durante el rodaje de El Padrino Coppola podía prescindir del guión pero nunca se separaba de su libro de notas; prueba de cuánta razón tenía Mankiewicz cuando aseguraba que escribir el guión es la primera fase del trabajo de un director y dirigir la película es la segunda fase del trabajo de un guionista; algo que Billy Wilder, sin ir más lejos, suscribiría palabra por palabra.
Cuarenta años. Cada vez que la veo me asombra -cada vez más- que pudiera rodarse en 62 días; basta ver la secuencia de la boda de Connie, la riqueza de detalles, la variedad en la presentación de los personajes que se nos vuelven familiares e inconfundibles tras la primera vez, el cuidado exquisito de la luz -por el gran Gordon Willis- y de la puesta en escena... y resulta casi inverosímil que bastaran dos días y medio para filmar algo tan complejo. Ahora que vemos El Padrino como un clásico cuesta creer que Coppola estuviera a punto de ser despedido después de la primera semana, aun cuando los directivos del estudio ya habían visto la secuencia magistral del asesinato de Sollozzo y el capitán de policía... Cómo no maravillarnos de una obra rodada en gran parte a base de planos fijos... Coppola cuenta que al verla le parece una película descuidada porque tuvo que rodarla deprisa, amenazado por quienes conspiraban contra él -qué significativa continuidad entre lo que sucedía delante y detrás de la cámara-, obsesionado por los detalles que los directivos y parte del equipo considerarían superfluos... Nadie se acuerda ya de que Coppola era un don nadie cuando rodó El Padrino, sus tres primeras películas habían sido un fracaso y quizá ganar el óscar por el guión de Patton le salvó la cabeza cuando estaban a punto de echarlo.
Cuarenta años después, incluso al año siguiente de su estreno, nadie podría imaginar otro director que Coppola para El Padrino. Era su película, o mejor, acabó siendo la película de Coppola porque, contando a aquellos Corleone -un padre y sus tres hijos-, la familia y sus rituales -que tantas veces acaban en celebraciones de sangre-, contó sus propias raíces, desgranando episodios familiares a través de los divinos detalles, que decía Nabokov: la cuarentena en Ellis Island que le contó la tía Carolina, el remedio casero contra la pulmonía que le contó su abuela, la opereta Senza Mamma del abuelo del que lleva su nombre... En los días siguientes al estreno de El Padrino, Coppola se levantaba de su mesa para enderezar la espalda y descansar un poco, y veía por la ventana de su apartamento en Nueva York la cola de espectadores que daba la vuelta a la manzana, pero apenas si podía disfrutarlo, enseguida tenía que volver a las tarjetas, a las notas, porque tenía un encargo que cumplir: estaba escribiendo el guión de El gran Gatsby. Hasta El Padrino, Coppola tenía más prestigio como guionista que como director. Y tampoco quería hacer El Padrino, pero no tuvo más remedio que aceptar el encargo de la Paramount porque necesitaba financiar su productora, la Zoetrope, y convertirla en el estudio que le permitiera abordar las películas que de verdad quería hacer. La historia es sabida. Diez años después aquel estudio era una realidad, pero estaba completamente arruinado tras el fiasco de aquel sueño titulado One from the Heart (Corazonada, 1982). Tardó otros diez en asomar la cabeza de entre la montaña de deudas con El Padrino III -estaba visto que no podía librarse de su destino, como Michael Corleone- y con Drácula de Bram Stoker. Y diez más en ganar una nueva fortuna, esta vez como viticultor. Sólo nos queda el consuelo de los Padrino, de La conversación, de Apocalypse now, de Rumble Fish, de Peggy Sue se casó... No es poco consuelo, pero...
Yo nunca veo la tercera parte; la duermo, despierto más o menos para ver la pietá :) de Pacino con su hija y la muerte de Michael, tan amarga y tan distinta de la de su padre, pero he perdido la cuenta de las veces que he visto la I y la II...
ResponderEliminarEscribir guiones (y otros signos de puntuación, como BLANCO) que trabajo maravilloso :)
Un abrazo
Esa escena en la puerta de la clínica, con las solapas levantadas, el coche que llega casi a ralentí... mi escena favorita.
ResponderEliminarLa verdad es que es un alarde de talento que vuelve a repetir en la II y también en la última.
La etapa de los Corleone recién llegados a América es otra cumbre del cine, con un Robert de Niro que casi, casi llena el hueco de Marlon Brando. He dicho casi, casi.
Dale las gracias de mi parte a tu hijo, inspirador de esta entrada.