15/1/17

El soplo de lo invisible


Fotograma de Dr. Jekyll and Mr. Hyde (1931), 
de Rouben Mamoulian.

La escuela cumple 8 años (el número de la Rosa de los Vientos, por lo visto). Con 1060 entradas. Y más del doble de páginas escritas, tirando por lo bajo. Creo que Ángeles lleva la cuenta, pero casi prefiero no saberlo, por no pensar en cuántas menos podríamos haber dicho lo que dijimos en tantas. Pero tendré que afrontarlo este año con vistas a publicar en formato libro una selección de los textos que fueron apareciendo aquí, o sea, habré de releerlos (echa para atrás sólo de imaginarlo) y editar y reescribir, al menos en parte, los elegidos (suena tanto a rescatados como a sentenciados). Así que no os extrañe si la frecuencia en la publicación de las entradas, que en los tres últimos años casi se ha limitado a los domingos, disminuye y algunas semanas la escuela practica ejercicios de silencio.

Peggy Cummins, como Joanna Harrington, 
en La noche del demonio.

Ahí atrás pensaba que en lugar de escribir tanto de películas, sobre todo, debería ceñirme a las pequeñas formas, un momento, un plano, unos segundos, que pudieran cifrar la poética de un cineasta. Pongamos por caso unos segundos de un plano en un momento de La noche del demonio (1957), de Jacques Tourneur.


Un momento con visos de umbral de la secuencia localizada en el crómlech de Stonehenge. Situemos el plano que cobija esos tres segundos. Holden (Dana Andrews) investiga la muerte de un colega, el profesor Harrington (Maurice Denham), que había denunciado las actividades de una secta satánica dirigida por el doctor Karswell (Niall MacGinnis).

Niall MacGinnis, como el doctor Karswell, 
oficiando de clown para los niños en una fiesta de Halloween,
 con Dana Andrews, como el psicólogo John Holden. 

Dana Andrews acaba de visitar a la familia de Rand Hobart (Brian Wilde), quien quizá cometió un asesinato bajo posesión demoníaca.


Vemos a Dana Andrews en la puerta donde aparece la imagen de una runa (el guión de la película de Charles Bennett, Hal E. Chester y -no acreditado- Cy Enfield se basa en el cuento de M. R. James, publicado en 1904, El maleficio de las runas).


Mientras Dana Andrews sale de campo, nos quedamos con la runa sobre la puerta donde se mueven sombras de árboles y un rápido encadenado permite aflorar el plano que nos ocupa: el coche de Holden con la puerta abierta, mecida por el viento, que menea también los juncos en primer término...


Apenas tres segundos vacíos con la cámara inmóvil... Entonces una suave panorámica a la izquierda nos descubre el paraje megalítico de Stonehenge en un gran plano general...


Y a Dana Andrews tratando de descifrar el mensaje escrito en alfabeto rúnico de un pergamino endemoniado.


¿Qué sería del cine sin el viento? Podéis ver esos tres segundos aquí entre el 50' 50" y el 51' 10''. Es un decir lo de vacíos: esos tres segundos del plano, donde sólo se mueven la puerta del coche y los juncos, se ven (los vemos) preñados de inquietud. Desprenden la misma desazón que experimenta el propio Dana Andrews en su viaje desde el escepticismo hacia el umbral de un universo paralelo regido por un orden oculto. Esa puerta abierta acunada por la mano del viento cifra el arte de Jacques Tourneur, su poética del desasosiego. El soplo de lo invisible.

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