Un poema se lee de memoria, aun la primera vez. La memoria que despiertan las palabras en esa primera lectura deviene la prueba del nueve del poema. Dice Yves Bonnefoy que cuando se lee un poema hay que preguntar a la propia experiencia, a la memoria. Sólo así habla. Como la lluvia. Traer cerca del corazón, eso es recordar. Amarcord. Recordamos con el corazón. Donde siempre llueve, como nos enseñó Verlaine. Donde llama la memoria. Y habla. El poema.
La últimas rosas de Josef Sudek
de Yves Bonnefoy
La cama, la ventana cercana, el valle, el cielo,
La rapidez espléndida de esas nubes,
La súbita garra de la lluvia en los cristales
Como si la nada rubricase el mundo.
En mi sueño de ayer
El grano de otros años ardía a fuego lento,
Sin calor, en el suelo embaldosado.
Descalzos, lo apartaban nuestros pies como un agua límpida.
¡Oh, amiga mía,
Qué distancia tan débil separaba nuestros cuerpos!
La hoja de la espada del tiempo que merodea
Hubiese allí buscado en vano lugar para vencer!
(Traducción de Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán.)
La rapidité des nuages
Le lit, la vitre auprès, la vallée, le ciel, / La magnifique rapidité de ces nuages. / La griffe de la pluie sur la vitre, soudain, / Comme si le néant paraphait le monde. // Dans mon rêve d'hier / Le grain d'autres années brûlait par flammes courtes / Sur le sol carrelé, mais sans chaleur. / Nos pieds nus l'écartaient comme une eau limpide. // O mon amie, / Comme était faible la distance entre nos corps! / La lame de l'épée du temps qui rôde / Y eût cherché en vain le lieu pour vaincre.
(Ce qui fut sans lumière - Mercure de France, 1987)
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