27/6/11

Cinematógrafo Volta

Llega esta entrada con once días de retraso. En la fecha, la ventura me tenía apartado de esta escuela, fatigando el teclado en otros menesteres. Pero no pudiendo hurtarnos a los rigores de los plazos de entrega ni de la calor por qué no aliviarnos de los rigores del calendario.

James Joyce en 1915, 
fotografiado por Alex Ehrenzwerg

Es sabido que James  Joyce situó la odisea de su Ulises un 16 de junio de 1904 -la jornada que se conmemora cada año desde 1954 en el Blommsday- y, aunque al parecer no existen pruebas, para Richard Ellmann -el autor de la monumental biografía del escritor- es evidente que eligió esa fecha porque ese día Joyce tuvo su primera cita con Nora Barnacle: él, un dublinés al que algunos veían como la promesa de la literatura irlandesa, tenía veintidós años; ella, una chica de Galway que trabajaba de camarera en el Hotel Finn, veinte.

James Joyce y Nora Barnacle en 1904

Se encontraron en la esquina de Merrion Square y dieron su primer paseo por Dublín hasta el Ringsend donde Nora lo masturbó. Más de uno ha ironizado a propósito del Ulises como la cumbre literaria -y aun la más larga- de las pajas. Y, como aquel que dice, Joyce y Nora ya no volvieron a separarse. Excepto durante unas semanas de 1909.

Para Joyce, sus libros no debían verse como obras independientes sino como un work in progress. Desde luego, puestos a elegir un título para su obra ninguno mejor que Dublineses. Dijo alguna vez que es un hombre muy valiente el que se atreve (...) a deformar lo que ha visto y oído, y que si Dublín fuera destruido, bastaría leer sus libros para reconstruirlo. Amaba y odiaba Dublín -e Irlanda- a un tiempo y a partes iguales, y siempre se vio a sí mismo como un exiliado sin remedio, en Trieste, Zurich o París. Podía escribir una carta para preguntar el color exacto de la puerta de una casa o el nombre de una tienda. Para sus  más relevantes personajes femeninos tenía a Nora. Y las cartas de y a Nora. Sobre todo la correspondencia de aquellas semanas de 1909.

Joyce y Nora vivían en Trieste y tenían a sus dos hijos pequeños, Giorgio y Lucía. Joyce daba clases de inglés y Nora lavaba y cosía para completar unos ingresos escasos que nunca les libraban de pasar estrecheces. Joyce esperaba que Dublineses los rescataría de las penurias y Nora quería confiar pero cuando le faltaba el dinero para pagar el alquiler se sulfuraba y el único recurso era refugiarse con los niños en las sesiones del Cinema Americano o alguna otra sala de cine. A finales de julio de 1909, Joyce vuelve a Irlanda con Giorgio y Nora se queda  con Lucía y con Estanislao, el hermano del escritor que vivía con ellos, en Trieste. Quería que sus familias conocieran  al primogénito y procurar la publicación de Dublineses. La  obsesiva fidelidad de Joyce a los más pequeños detalles habían dificultado la edición del libro desde tres años antes. El 23 de junio de 1906 le escribe al editor inglés que se había interesado en la publicación de Dublineses en respuesta a las objeciones "morales" sobre algunos pasajes de los relatos: No es culpa mía que el olor de los cubos de basura, de los yerbajos y los desperdicios dominen  mis cuentos. Tengo la firme convicción de que retardará usted el curso de la civilización en Irlanda impidiendo que el pueblo irlandés tenga un buen retrato de sí mismo en mi pulido espejo. Joyce tenía problemas para llegar a fin de mes pero jamás problemas de autoestima como escritor.

Casi todas las cartas de Nora han desaparecido. Pero su contenido, al menos en parte, puede rastrearse a través de las de Joyce que se han conservado (Cartas de amor a Nora Barnacle).  El 5 de septiembre de 1909 le escribe: Si pudiera encontrar el nido de tu matriz como un niño hijo de tu carne y de tu sangre, si pudiera ser alimentado por tu sangre, dormir en la cálida y secreta oscuridad de tu cuerpo. No pudiendo vivir en el útero de Nora, fue su comadrona y de su matriz nacieron la Greta Conroy de Los muertos y la Molly Bloom del Ulises por mencionar tan sólo sus criaturas más universales. Más aún, en una de aquellas cartas, concretamente la del 6 de agosto, los estudiosos encuentran la matriz -de los celos- que incubó el Ulises, una carta que empieza con la evocación de las primeras citas con Nora: Cuando solía encontrarte en la esquina de Merrion Square y pasear contigo y sentir tu mano tocarme en la oscuridad y oír tu voz (¡Oh, Nora! Nunca oiré otra vez esa música, pues nunca volveré a confiar)...


Página manuscrita del Ulises


El 13 de septiembre de 1909 Joyce y Giorgio regresan a Trieste. Viene con ellos Eva, una de las hermanas del escritor. Joyce había firmado en agosto un contrato con los editores irlandeses Maunsel & Company para la publicación de Dublineses, pero enseguida empezaron los problemas cuando insistió en mantener los nombres verdaderos de los comercios y negocios de Dublín... El libro iba a tardar cinco años más en publicarse.

Portada y primera página 
de la primera edición de Dublineses

A comienzos del otoño de 1909, Joyce le comentó de pasada a Giuseppe Caris, propietario del Cinema Americano de Trieste que en Dublín, una ciudad de medio millón de habitantes amantes de la música y del teatro, no había una sola sala de cine, ni en toda Irlanda. Entre el empresario y Eva animaron a Joyce a convertirse en el pionero de la exhibición cinematográfica irlandesa. En realidad, la situación del cine en Irlanda no era exactamente así, pero  no distaba mucho de la pintura trazada por Joyce y su hermana, probablemente había otras dos salas estables en Dublín y algunos otros locales donde ocasionalmente se proyectaban películas.

Giuseppe Caris era socio de Antonio Machnich, Giovanni Rebez y Francesco Novak de la International Cinematograph Volta. Todos ellos eran propietarios de productoras y de salas de cine en Bucarest y Trieste, y se convirtieron en avalistas de Joyce para abrir el ¿primer? cine de Irlanda en Dublín. Por más que se han buscado en la narración cinematográfica algunas claves de la escritura del Ulises, creo que a Joyce no le gustaba -o no le gustaba demasiado- el cine pero, ante los problemas de edición de Dublineses y la precaria economía familiar, imaginó que aquél sería un negocio sólido y, sobre todo, rápido. Joyce firmó un contrato con la Sociedad Volta  donde le garantizaban un 10% de los beneficios como gestor del cine y el 18 de octubre de 1909 vuelve a Dublín. Encontró un local apropiado en el 45 Mary Street y pasó un par de meses acondicionándolo; contrató a un electricista para adecuar la iluminación, supervisó la instalación del equipo de proyección asesorándose con la casa Pathé, organizó una campaña de promoción con notas de prensa y hombres con paneles sandwich, contrató algunos empleados para el negocio y contó con la colaboración de su hermana Eileen en los preparativos de la apertura del cine.

El cine Volta de Dublín en los años 40

El Cinematógrafo Volta se inauguró el 20 de diciembre de 1909. Las sesiones empezaron a las cinco de la tarde con un programa de cinco cortometrajes suministrados por la sociedad promotora, entre ellos La trágica historia de Beatriz Cenci, una película basada en una de las Crónicas italianas de Stendhal. Como los intertítulos de las películas estaban en italiano, Joyce distribuyó unas hojas con la traducción al inglés. La música corrió a cargo de una pequeña orquesta de cuerda dirigida por Reginald Morgan. Cada sesión duraba entre 35' y 40', una cada hora hasta las 10 de la noche. Parece ser que el cine Volta tuvo una buena acogida pero muy pronto Joyce dejó el cine en manos de Francesco Novak y volvió a Trieste el 2 de enero de 1910. Luego la asistencia al cine fue decayendo, probablemente el programa que proyectaban no era el mejor del momento y la competencia exhibía películas americanas más atractivas. A principios de verano la sociedad liquidó el negocio con pérdidas y Joyce no vio un penique. El escritor y los suyos recordaron aquella aventura de pionero de la exhibición cinematográfica irlandesa como una estafa.  

En 2007, incluyeron el local donde se encontraba el cine Volta 
en los recorridos del Bloomsday

Y quizá la peripecia hubiera ocupado apenas una nota a pie de página en los estudios sobre Joyce si no fuera porque, mientras se ocupaba de los menesteres que le exigía la apertura del cine, escribió las cartas más famosas -y las más íntimas- de su correspondencia con Nora, aquéllas denominadas por los estudiosos como las cartas sucias de Joyce, como la que le escribe el 8 de diciembre, empieza así: Mi dulce putita Nora, he hecho como me lo pediste, muchachita sucia, y me hice dos pajas mientras leía tus cartas... Las última de las ocho cartas sucias la escribe justo el día de la inauguración del cine Volta que cuenta de la forma más escueta: Hoy abrió el cinematógrafo. A Nora, que nunca tuvo interés alguno en leer la obra de Joyce, le encantaban sus cartas y en ellas adivinamos las que le escribía a él, donde resuenan las palabras germinales de Molly Bloom, que cuajaron gracias a la separación provocada por la apertura del Cinematógrafo Volta.


2 comentarios:

  1. No sé si podré perdonarte esos once días de retraso.

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  2. hola encontre los libros de james joyce en www.libreriausados.com.ar

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