Geografía de Arraianos
(Ilustración de David Pinheiro)
Tengo conmigo el segundo ejemplar de Arraianos que compré, una edición revisada por el autor; salpicada de subrayados y notas al margen de nuestro hijo que, a mediados de los noventa, cursaba 3º de BUP en el Instituto de Elviña, y Pepa, la profesora de Gallego -con Otero, el de Filosofia, su profe favorita (para ella, él también era algo especial)-, les leyó y comentó en clase Lobosandaus, el primero de los cuentos de Arraianos. Los otros nueve cuentos del libro los leyó -y disfrutó- a su aire. Ayer comprobé en una librería que va por la 10ª edición.
Lobosandaus cuenta la historia de un maestro destinado, allá por la segunda década del siglo pasado, en la escuela unitaria de una aldea arraiana -de la Raia Seca de la frontera sureste entre Galicia y Portugal- cuyo topónimo da título al relato epistolar, amojonado por las catorce cartas que el joven docente le envía a su tío -Penitenciario da Catedral de Ourense- durante el primer trimestre del curso. A través de las cartas se desgrana una trama de posesión donde se conjugan lo telúrico y lo erótico, el mundo y el trasmundo, y donde el fulgor de lo fantástico anida en una cualidad atmosférica y se nutre de la fuerza desatada por el deseo. En los confines arraianos de Lobosandaus, la racionalidad pierde su asiento y el maestro cae bajo el doble hechizo de los aires remotos y de la bella Dorinda, mientras el espíritu del capador -anarquista y agrario- Nicasio Ramuñán, que perdió la cabeza por ella en vida, peregrina de cuerpo abierto en cuerpo abierto para poseerla.
Un corpo aberto, se lee en el Diccionario dos seres míticos galegos, es el cuerpo de una persona en el que entra o puede llegar a entrar un espíritu extraño, debido a una especial predisposición. Ese espíritu es, a menudo, el alma de un difunto que elige el cuerpo abierto para hablar y manifestarse. En 1926, y en el nº 26 de la revista Nós, el doctor Urbano Losada publicó un artículo sobre la espiritada de Moeche, un caso que había estudiado el año anterior y sobre el que había impartido una conferencia en el Seminario de Estudios Gallegos. La espiritada de Moeche era Manuela Rodríguez Fraga, una campesina de veintiún años que amaneció un día de 1925 hablando con la voz de un cura de Ortigueira -con acento cubano- que había muerto años antes en La Habana y llegó a pronunciar un discurso desde el balcón de su casa en el que destilaba grandes conocimientos de dogmática y filosofía, que fue seguido por muchos de sus vecinos en medio de un silencio sobrecogedor. Lástima que el diccionario no cite Lobosandaus como un cuento magistral de cuerpos abiertos, con uno de esos finales que iluminan las páginas anteriores y afloran la trama sumergida, allí donde el relato cuaja al tiempo que el maestro se abisma a lo irremediable, allí donde la miel sabe a hiel. Allí donde la cadena de sucesividades del relato se vuelve presente puro, ese imposible al que aspira el cuento perfecto, como apunta Ferrín en el Prólogo para no gallegos que abre Fría Hortensia y otros cuentos -en Alianza de bolsillo-, donde podéis encontrar Lobosandaus -y otros cuentos arraianos- traducidos por Luisa Castro.
Cada cuento contribuye a cartografiar el imaginario de la Raia Seca y abre pasajes narrativos para transitar la historia -y aun la etnografía- de un territorio que Ferrín transfigura en una terra de ningures -tierra de nadie- por donde los geógrafos no se aventuran -dijo alguna vez el escritor-, es decir, un territorio fantástico, donde la realidad doente -enferma- de la frontera deviene un cuerpo aberto habitado -poseído- por la escritura de Ferrín, una escritura que cobra forma allá donde la realidad confina con la otredad. Así, Lobosandaus puede verse como una matriz de lectura de Arraianos, la forma que subyace en el despliegue de dispositivos, géneros y recursos narrativos que representa la exploración literaria -y lingüística- de Ferrín del habla, la historia y la topografía -y toponimia- arraianas.
Xosé Luís Méndez Ferrín
Pero en algunos de los cuentos de Arraianos, como Botas de elástico o el mismo Lobosandaus, es fácil imaginar a Ferrín como un cuerpo abierto poseído -habitado, hablado- por la materia misma del relato. Bien pudiera conjeturarse, entonces, una poética de los cuerpos abiertos a la hora de dar cuenta de la experiencia artística, ya sea como hacedores o como lectores, espectadores, oidores... Ya sea, en tal o cual caso, como poseedores o poseídos. En fin, cómo puede un arraiano no ver en los cuerpos abiertos una metáfora perfecta de nuestra condición de seres poseídos -habitados, hablados- por un libro, una película, una música, una pintura, una fotografía... que nos cambia la vida.
Basta con que para ti sea quizás para que yo recoja la recomendación, y de paso también la otra.
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