4/10/15

Un espejo para Lilith


Cuando rueda Lilith (1964), Rossen ya estaba muy enfermo (murió dos años después), y era consciente de que filmaba su última película. Era su último suspiro, quizá también su último refugio. Iluminado por Eugen Schüfftan.

Cada vez que vi Lilith experimenté los mismos sentimientos: a ratos, me fascina; por momentos, me estremece; y, casi siempre, Warren Beaty me incomoda, pero cada vez volví (ya os lo imagináis) por Jean Seberg.


Rossen escribió sobre Lilith...
tiene un arrobamiento en torno a ella que es irresistible. Hay algo glorioso en Lilith, y aun así detestamos sus fantasías y las encontramos espantosas. Ella podría ser como un delicado cristal que se ha rajado por el golpe de alguna intolerable revelación... como si hubiera sido destruida a causa de su propia excelencia. Lilith es una de las honrosas heridas del hombre en su lucha por comprender... es una de las heroínas del universo -su más fina partícula y su más noble víctima.
Y filmó una de las escenas más perturbadoras de Jean Seberg en una pantalla. (O lo que es lo mismo, una de las escenas más fascinantes de los últimos sesenta años.)


Jean Seberg escribió en Lilith y yo a propósito del trabajo con Rossen:
Era un hombre muy complicado, incluso angustiado, que se planteaba continuamente cuestiones sobre sí mismo. Seguramente hay que buscar esa angustia en su gran trauma por el maccarthysmo, donde su mundo se quebró literalmente. (...) Creo que el efecto moral de ese asunto le cambió profundamente. Se vio empujado a virar hacia sí mismo, a vivir un poco aislado, con su familia, a examinar las motivaciones secretas de las cosas: se volvió mucho más introspectivo que si hubiera llevado a cabo una carrera normal bajo las palmeras de Hollywood.
Las indicaciones que daba a los actores no eran nunca literales, sino que apuntaban a ayudarles psicológica e intelectualmente, a impregnarles mejor en sus papeles. (...) Su paciencia era ejemplar y libraba a los actores de toda preocupación exterior.
Rossen le habló por ejemplo de la fascinación de Lilith por el agua y sus reflejos.

Mírela. Quiere ser como yo. Es preciosa. Mis besos la matan. Es como todas las demás. El amor las destruye.
Me has llamado Lilith.
La actriz pasó una Pascua judía con la familia del director...
recuerdo que tuve la impresión de que había en Rossen, y en su film, algo muy precioso y secreto que no reencontraré nunca más. 
Al final del rodaje, Rossen estaba en un estado de completo agotamiento, el estado de alguien que ha dado todo lo que podía. 
Un espejo para Lilith.

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