4/5/14

Memorias de tierra y agua


Hay que ver La imagen perdida de Rithy Panh. Por más que lastime. Y lastima lo suyo. Pero también cura. Justo el cine necesario.


A los trece años, el cineasta Rithy Panh perdió a toda su familia: padre, madre, hermano, hermana, cuñado, sobrinos..., eliminados por el régimen de los jemeres rojos, aquel paraíso comunista de Pol Pot que se llevó por delante a 1.700.000 personas, la cuarta parte de la población de Camboya. A los trece años lo perdió todo cuanto un niño puede perder. Y sobrevivió. Como Primo Levi o Varlam Shalámov vivió -vive- para contarlo.


Hace un año leí La eliminación, el relato de Rithy Panh -con Christopher Bataille- donde enhebra aquella infancia calcinada y la entrevista con uno de los responsables del exterminio -Kaing Guek Eav, llamado Dutch, dirigió el centro de torturas y ejecución S21 habilitado en una escuela de Phnom Penh, donde martirizaron a más de 12.000 camboyanos entre 1975 y 1979-, una entrevista que vertebra Duch, el maestro de las forjas del infierno (2012).

Elijo esta portada con la fotografía 
(esa niña mirando desafiante 
a sus verdugos jemeres) 
que Rithy Panh recupera 
en La imagen perdida:
la mirada de la resistencia.

Escribir el libro le sirvió de preparación para rodar una película que habría de contar su infancia; por así decir, se trataba de encontrar una voz con la que alumbrar aquella experiencia, el horror que se destila en La imagen perdida (2013), la primera película de Rithy Panh que ha encontrado en la cartelera española alguna ventana para asomarse a su cine.


Fue difícil leer La eliminación (tan lacerante como la trilogía de los campos de Levi, El vértigo de Eugenia Ginzburg o los Relatos de Kolimá de Shalámov), tan doloroso como ver ahora La imagen perdida (en el portal filmin) donde la mirada de Rithy Panh da forma a una memoria candente, amasada con tierra y agua en unas figuritas que se mueven (stop-motion mediante) en contados momentos, pero nunca dejan de estar animadas -y tan vivas (por arte del cine)-, poseídas por el espíritu de unos seres que nos trabajan por dentro esculpiendo emociones en el curso de la película.


Un hallazgo magnífico, esas figuras de barro -con alma- que habitan La imagen perdida, un filme-ensayo (cómo no evocar a Chris Marker) donde se conjugan también tomas de imagen real, películas propagandísticas de los jemeres rojos, películas de ficción anteriores al régimen de Pol Pot, noticiarios o fotografías, y un comentario off en primera persona (la de Rithy Panh), pero en la voz del actor Randal Douc, a partir de un texto de Christophe Bataille que recupera fragmentos de las memorias de infancia del cineasta en La eliminación; y a menudo conviven, en un mismo plano, las figuritas de barro inmóviles con imágenes en movimiento, dotando a las escenas de una potencia expresiva insospechada y germinando en la imaginación del espectador aquello que cabría sospechar irrepresentable y aun inimaginable.


La imagen perdida deviene así no sólo una profesión de fe (de Rithy Panh) en el cine como cobijo de la memoria, sino también una reflexión sobre los poderes -y los deberes- del cine (esa forma que puede y debe pensar, como nos recuerda Godard en sus Histoire(s) de cinéma), a la hora de dar cuenta de la Historia.


Soy un tipo que se introduce en las profundidades de la memoria dañada y sitúo unas señales para intentar repararla. Podría decir que mi función es como la del arqueólogo: voy con mi cepillo, cuidadosa y lentamente, porque la memoria es muy frágil. Procuro indagar en ella pero siempre con precaución porque los recuerdos pueden ser terribles y el efecto al hablar de ellos, devastador. Tengo la necesidad de comunicar estos hechos a la gente joven. Aspiro a construir un puente entre la generación de mis padres y la de mis hijos. Somos supervivientes, nosotros debemos transmitir esta historia. (Rithy Panh entrevistado por Javier H. Estrada en Caimán.)

2 comentarios:

  1. Por supuesto, apenas la recomendaste, ya me he visto el trailler... esas figuras de barro, inmóviles casi todo el tiempo, como el pasado mismo, sin movimiento (ya) pero dejando sus ecos expresivos, emocionales e históricos en nuestro presente, moldeándolo como al barro... sí que estremece... por supuesto que la veré en cuanto pueda acceder a ella

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