2/5/14
Lápiz de ojos
Un libro me acompaña estos días, Mi séquito silencioso de Charles Simic -traducido por Antonio Albors- en una bella edición -bilingüe- de Vaso Roto
Uno de esos hijos del silencio -como llamaba Proust a los libros hermosos-, preñado de humor y colmado por fantasmas, que deambulan por las páginas con tantas historias que contar, pero que callan más que cuentan, o que cuentan justo por cuanto callan. El poema deviene así un cuerpo abierto para ese séquito silencioso del título y Charles Simic hilvana, como al acaso, memorias con elipsis, como quien cose con palabras heridas que juegan al escondite. Hay tantos cuentos perdidos...
Librería de viejo
Amantes que se cogen de las manos en novelas nunca abiertas.
La página con la receta de la sopa de calabaza se ha perdido.
Un hombre escribe sobre su feliz infancia en una granja,
de cuando montaba en globo sobre el lago Erie.
Un aire repentino cierra su libro sobre mi mano
mientras un filósofo pregunta cómo es posible
sostener la doctrina teológica ortodoxa
del eterno sufrimiento de los condenados.
Veamos. Quizá haya arena entre las páginas
de la guía de viajes a Egipto o incluso una pulga muerta,
la que una vez mordió el trasero de la misteriosa Abigail
que garabateó en broma su nombre con un lápiz de ojos.
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