7/7/17

Un verano, una herida


Este verano empezó con un verano de Carla Simón. Estiu 1993. Aquel verano ya es nuestro verano. Creo que no puedo decir más claro cuánto nos gustó esta película. Vale la pena verla, incluso más de una vez. Lo hice, la vi dos veces (en Numax) en una semana. La segunda me gustó más, quizá influyó la compañía. La vi con Ángeles, con nuestro hijo, con Lilian. También les gustó. A Ángeles, mucho. Id a verla. Aún habrá pases en Numax, en los Multicines Norte... Aprovechad este fin de semana o la semana que viene. No os la perdáis.


Era inevitable, viéndola, que la memoria abriera pasajes con -que escuchara ecos de- El espíritu de la colmena. La propia Carla Simón ha contado -ya más de una vez (también en el coloquio posterior al pre-estreno en Numax el 29 de junio)- que el filme de Erice la viene acompañando desde que lo (quizá también la) vio por primera vez. No hablo de "citas" o de "homenajes". Hablo de algo más íntimo, más secreto. Una mirada propia enriquecida por la memoria cinéfila. Deudora del legado de El espíritu de la colmena, el filme de Carla Simón no deja de ser una película muy personal (y una opera prima muy madura), que hace su propio camino aun reconociéndose en la huella fecunda de la obra cardinal de Erice.


Tan distintas en cuanto a las formas, a la expresión visual, el viaje (de la conciencia) de Ana, en El espíritu de la colmena, resuena en el de Frida, en Estiu 1993. Ana (un invierno) y Frida (un verano) -las dos, niñas de seis años- interrogan al mundo con su mirada (una mirada preñada de apremio que nos cautiva), transitan por una encrucijada en busca de sentido ante una experiencia primordial: encontrar un sentido a la muerte. De una u otra forma, una experiencia de pérdida, de duelo. Un aprendizaje. Y un precio: la inocencia.

Carla Simón con Laia Artigas, 
la niña que encarna a Frida, en Estiu 1993.

Carla Simón destila cine en la mirada de una niña en el curso de los días de un verano crucial en su vida con una película que conjuga delicadeza y hondura, sutileza y dolor, transparencia y complejidad, a la hora de mostrar la infancia con toda su carga de apego y celos, miedo y culpa, desvalimiento y crueldad, fantasía y malicia, frustración y teatro... Una película que empieza siendo de Carla Simón y acaba siendo de cada espectador, porque la articulación de la mirada ofrenda un cobijo a nuestra imaginación para que podamos reescribirla con nuestra propia experiencia, con la memoria de una herida de infancia, pongamos por caso, un verano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario