El poco tiempo que no me robó la otra escuela esta semana (y que pensaba dedicar a ésta) ardió la noche de San Juan, pero soplo sobre el último rescoldo para avivar unas brasas e iluminar con un par de trazos ardientes esta madrugada.
Unas líneas (emocionantes, memorables) de la carta que William Faulkner (libre de Hollywood por unos meses) le escribió a Malcolm Cowley (que se traía entre manos un artículo sobre la obra del autor de Luz de agosto) un sábado a principios de noviembre de 1944:
El arte es más sencillo de lo que piensa la gente porque hay muy poco de que escribir. Todas las cosas conmovedoras son eternas en la historia del hombre y han sido escritas con anterioridad, y si un hombre escribe con ahínco suficiente, con suficiente sinceridad, con suficiente humildad y con el inalterable propósito de no considerarse por ello nunca nunca nunca lo bastante satisfecho, las repetirá, porque el arte, al igual que la pobreza, se cuida de sí mismo, comparte su pan.La parte de la carta en cursiva la añadió Faulkner a mano y al margen. Sobra decir a propósito de esos suficiente que, por más que hagamos, nunca nunca nunca es suficiente, porque el arte aún es más sencillo de lo que imaginamos.
Y un fotograma de París, Texas. Fijaos bien. En la ventanilla del coche de Jane/Nastassja Kinski se refleja su hijo Hunter/Hunter Carson, que examina el asiento trasero con las cosas de su madre (rastros para restaurar una imagen perdida), y ahí, en el borde inferior del encuadre, vemos un ejemplar de Light in August en una edición de bolsillo; una de las novelas favoritas de Wenders y de Claire Denis, entonces su ayudante de dirección, y quizá fue ella misma quien se encargo de colocar justo ahí ese libro manoseado (¿su propio ejemplar?, ¿el de Wenders?). Quiero creer que Nastassja Kinski leyó el libro (¿ese mismo del atrezo del asiento trasero?) para conocer mejor a Jane y acabar descubriendo cómo resonaba la odisea de Luz de agosto en la de París, Texas. Porque el arte -qué bien lo dijo Faulkner- comparte su pan.