No hubo día de esta semana (desde el estreno de la magnífica Cavalo Dinheiro, el viernes 23 de septiembre, y el encuentro -master class, charla o como se le quiera llamar- con Pedro Costa, el sábado 24, en Numax) que no viniera a cuento hablar de la película o del cineasta con Ángeles, con nuestro hijo, con los dos, y aun con una amiga (por wasap), quizá alarmada por la ausencia de escuela el domingo pasado, que me hizo prometer un relato de la experiencia.
Pedro Costa. (Fotografía de Óscar Fernández Orengo.)
No sé si un relato, pero podéis contar con unas impresiones (a buen seguro gérmenes de futuras entradas). Para quienes me seguís (y/o conocéis) tiempo ha, bastará decir que fue una experiencia sólo comparable a la que viví hace más de veinte años en un curso de Cero en conducta con Víctor Erice en la EIS de A Coruña. Que Víctor Erice y Pedro Costa se admiren y hayan trabado amistad cabe considerarlo como un feliz bucle del destino. Cineastas de cabecera y bellas causas justas -y necesarias- del cine que esta escuela se gloria en defender y difundir.
Fotograma de Cavalo Dinheiro.
Cuando terminó el encuentro del sábado no podía creer que hubieran pasado más de tres horas, unos memorables 195' para ser exactos, desde las 11,30 hasta las 14,45, que se fueron volando, y sólo la última media hora pespuntada por preguntas de los asistentes al discurso de Pedro Costa, donde se conjugaba una (personal) historia del cine y una poética (íntima), una reivindicación de otra forma de producir (sin actores profesionales, sin guión, con tiempo y paciencia, al margen de la industria y del mundo indecente del cine), pero también una estética, una política y una crítica, o dicho de otra forma, un montón de cosas de las que vengarse con el cine (vengar por ejemplo cosas muy mal vistas. como las películas de Danièle Huillet y Jean-Marie Straub en Onde jaz o teu sorriso escondido?, o contando bien las historias de los desposeídos que han sido mal contadas mil veces, como confesó en una entrevista sobre Cavalo Dinheiro publicada en Lumière). Un discurso tan hondo como fluido, donde no faltaban digresiones aladas; elocuente e hilvanado con humor, donde no faltaban flores trágicas; candente y cardinal, donde no faltaban pasajes reveladores con la memoria del cine, de Chaplin a Warhol, pasando por Stroheim, Renoir, Ozu, Rossellini o Godard. (No sé si la gente de Numax tiene previsto transcribirlo y publicarlo, sería una aportación muy útil, además apenas necesitaría edición.)
Pedro Costa con Vitalina en el rodaje de Cavalo Dinheiro.
Para Pedro Costa, las presencias cómplices de Vanda, Ventura, Vitalina, Lento, Tito o Benvindo y el compromiso -diríase militante- de un equipo mínimo, devienen dádivas preciosas sin las que su cine sería tan imposible como inimaginable. Para quienes asistimos el sábado al encuentro con el cartero de Cabo Verde -quiero creer que doy fe de una experiencia compartida-, vivimos aquellas horas como la gracia de un cineasta generoso. La dádiva de un maestro.
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