El cine empieza con Griffith
y termina con Kiarostami.
(Godard, después de ver
Y la vida continúa.)
Abbas Kiarostami en las localizaciones
de El sabor de las cerezas.
Un cine tan sencillo como refinado, tan hondo como primoroso con las formas, tan exquisito de construcción como desnudo y primordial. Un canto a la vida, como el (casi) monólogo del señor Bagheri, el taxidermista del Museo de Historia Natural, en El sabor de las cerezas:
Le contaré una cosa que me pasó. Fue después de casarme. Teníamos un montón de problemas. Estaba tan harto que decidí acabar con todo. Una mañana, antes de amanecer, metí una cuerda en el coche. Estaba decidido a matarme. (...) Llegué al campo de los cerezos. Aún era de noche. Lancé la cuerda varias veces pero nada, no hubo forma de que se enganchara en la rama. Total, que subí al árbol y até la cuerda bien fuerte. Entonces toqué algo muy suave con la mano. Eran cerezas. Cerezas dulces, deliciosas. Comí una. Era exquisita . Luego otra, y otra. De pronto me dí cuenta de que amanecía. ¡Qué sol, qué paisaje, qué vergel! Oí a los niños que iban camino de la escuela. Se pararon al mirarme. Me pidieron que moviera el árbol. Cayeron las cerezas y se las comieron. Me sentí feliz. Recogí unas cuantas cerezas y me las llevé a casa. Mi mujer aún no se había despertado. En cuanto abrió los ojos también comió las cerezas y las saboreó. Había ido a suicidarme y volví con cerezas. Un cerezo me salvó la vida. (...) Un cerezo corriente. Un simple cerezo.
¿Ha perdido toda esperanza? ¿Nunca se ha parado a mirar el cielo cuando se despierta' ¿No quiere ver un amanecer? El rojo y el amarillo del sol al atardecer, ¿no lo quiere volver a ver? ¿Ni la luna, ni las estrellas? ¿No quiere ver una vez más una noche de luna llena? (...)
¿No quiere volver a beber agua de un manantial? ¿Ni lavarse la cara con ella? (...) Piense en las cuatro estaciones. Cada estación da sus frutos. (...) ¿Quiere renunciar a todo eso? (...) ¿Quiere renunciar al sabor de las cerezas?
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