22/5/16

Llévame


Estos 20 y 21 de mayo van a quedar como fechas señaladas no ya de este año, de mi propia vida de espectador de cine, días memorables en el libro de horas de la cinefilia. El viernes se estrenaba en Santiago, gracias -mil gracias- a Numax, La venganza de una mujer (2012), de Rita Azevedo Gomes, proyección seguida de coloquio con la cineasta, apenas un aperitivo del encuentro del sábado por la mañana, otras dos horas inolvidables con ella.


Lo diré pronto, me encantaron las dos, la película y la cineasta, y eso que las expectativas no podían ser mejores. Y Numax, que no sólo la proyecta sino que la distribuye en España, se ha consagrado dando a ver La venganza de una mujer, una gran película y la obra mayor de una gran cineasta. Es el gran estreno de esta semana, y quizá del año.


Rita Azevedo Gomes adapta en La venganza de una mujer, un relato de Barbey d'Aurevilly (el último de Las diabólicas, un libro muy bien editado por Sexto Piso en 2008), que leyó en una playa y se le metió dentro como el virus de una película y la afiebró durante quince años hasta que al fin pudo rodarla.


Se ha dicho que Rita Azevedo Gomes teatraliza el relato porque se ve la tramoya, se enseña el decorado como tal. Y es cierto que se muestra el dispositivo de la representación, pero se trata de la tramoya de un estudio de cine (fue la última película que se rodó en los estudios Tobis), o sea, un artificio cinematográfico, así que, más bien, habría que hablar de una película que se muestra -se despliega- en el espejo de una máscara fílmica, iluminada por Acácio de Almeida.


Dicho de otra forma, la cineasta busca mostrar en primer término el velo de la mentira, el mecanismo de la ficción, el artefacto de la narración. El ritual de una puesta en escena enhebrada con una coreografía de tiempos, cuerpos y movimientos tan precisa y esencial como devoradora e incandescente, la pasión que destila. La ceremonia del cuento.


Porque no es otra cosa la maquinación de la venganza de la duquesa puta, encarnada por una espléndida Rita Durão. De eso trata el filme, la venganza de esa mujer se cifra en un relato: que se cuente cómo se degrada es la clave para la deshonra del hombre -su marido- que asesinó a quien ella más amaba.


Y el gran logro de La venganza de una mujer se fragua en la verdad que aflora en la construcción de ese dispositivo, en la emoción que incendia la tramoya en el curso de la película o, por así decir, en esa máscara en llamas por el arrebato de la memoria de un amor que arde de odio. Hasta ahora mismo, fantasmas de un tiempo perdido que el cine rescata con un esplendor fugitivo mientras dura la proyección. Y nos arrebata.


Cine: luz feliz y maligna, así rezaba el hermoso epígrafe que eligió Rita Azevedo Gomes para el encuentro del sábado (rehuye la expresión "clase magistral", si es ella quien tiene que impartirla). Al principio comentó que, cuando se sienta ante la pantalla de un cine, suspira: Llévame. Adonde la película quiera.


Al final habló del lazo misterioso que anuda el cine con la muerte, un vínculo que siente en lo más íntimo con las películas que la cautivan, y nos dio a ver la muerte de Marlene Dietrich en Dishonored -aquí Fatalidad-, de Sternberg, y la de Kid (Thomas Mitchell) en Sólo los ángeles tienen alas, de Hawks, porque sólo en el cine la muerte puede ser tan bella. Y dijo:
Cada vez que una película me lleva, siento que algo se despide dentro de mi.

Quizá el esplendor en la hierba y la gloria en las flores que cantaron Wordsworth y Kazan (también nos dio a ver la escena en la que Natalie Wood lee el poema a punto de romperse). Quizá el fulgor que nos iluminó mientras veíamos La venganza de una mujer. La película nos lleva de viaje en el tiempo y cuando volvemos algo nuestro se quedó allí, algo que fuimos mientras duró. Uno que el cine se llevó. Por culpa (bendita culpa) de Rita Azevedo Gomes.

1 comentario:

  1. Agradeço as palavras. Só tenho a agradecer a iniciativa e a determinação com que a NUMAX lançou o meu filme em Espanha. Foi um prazer ter acompanhado a sída do filme em Santiago de Compostela e ter conhecido pessoas maravilhosas. Se o cinema não servir para mais nada, serviu para isto!

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