Cine Marmorhaus en 1952.
En los carteles de Fenneker se respira la atmósfera del expresionismo alemán, un cine estudiado por Lotte Eisner en La pantalla demoníaca (un libro publicado en 1952 en París, donde trabajaba en la Cinemateca Francesa, que contribuyó a fundar), centrado en las formas y rasgos estilísticos de los filmes; y por Siegfried Kracauer en De Caligari a Hitler (un libro alentado y amparado por Iris Barry, directora de la Filmoteca del MoMa de Nueva York), orientado hacia el estudio de la mentalidad reflejada -y/destilado- en las películas (espejo de la sociedad), dos estudios ya clásicos marcados por el exilio de sus autores.
Die Prostitution, 1. Teil - Das gelbe Haus
(Richard Oswald, 1919)
Genuine (Robert Wiene, 1920)
Das Frauenhaus von Brescia
(Hubert Moest, 1920)
Kri-Kri, die Herzogin von Tarabac (Friedrich Zelnik, 1920)
Der Januskopf (F. W. Murnau, 1920)
Drei Nächte (Carl Boese, 1920)
Die Tragödie eines Großen (Arthur Günsburg,1920)
Anna Karenina (Friedrich Zelnik, 1920)
Das neue Paradies (Wily Zeyn, 1921)
Lady Hamilton (Richard Oswald, 1921)
Der unsichtbare Dieb, también titulada
Der Mann im Schrank (Gernot Bock-Stieber, 1921)
Der Teufel Unde Die Circe (Adolf Gärtner, 1921)
Fasching (Friedrich Zelnik, 1921)
Das Geheimnis von Bombay (Artur Holz, 1921)
Ehrenschuld (Paul L. Stein, 1921)
Der Tanz um Liebe und Glück (Willy Zeyn, 1921)
Die Welt ohne Liebe (Fred Sauer, 1921)
Entgleist (William Karfiol, 1921)
Die Geliebte des Grafen Varenne (Friedrich Zelnik, 1921)
Kämpfende Herzen, titulada también Die Vier um die Frau
(Fritz Lang, 1921)
Die Intrigen der Madame de la Pommeraye
( Fritz Wendhausen, 1922)
Die Kreutzer Sonate (Rolf Petersen, 1922)
Der brennende Acker (F. W. Murnau, 1922)
Die Liebe einer Königin
(Ludwig Wolff, 1923)
Lotte Eisner traza en un párrafo del primer capítulo de La pantalla demoníaca el marco histórico que encuadra y el sustrato imaginario que nutre las formas fílmicas del expresionismo:
Misticismo y magia, fuerzas oscuras a las que los alemanes se han entregado con complacencia en todo momento, había florecido ante la muerte en los campos de batalla. Las hecatombes de jóvenes a los que se les ha arrebatado la vida precozmente parecían alimentar la nostalgia de los supervivientes. Y los fantasmas que ya habían poblado el romanticismo alemán, revivían como las sombras del Hades cuando han bebido sangre.
Según Kracauer, el (pintor, poeta, cineasta) expresionista quiere despojar a la realidad presente de su poder, arrancándole la máscara para verla como realmente es:
una engañosa vivencia sombría, un caos sin alma, sin sentido.
Los carteles de Fenneker iluminan un mundo preñado de sombras, una fantasmagoría nocturna (en palabras de Kracauer) que encontró cobijo en el cine alemán de los veinte, contagiará la atmósfera de algunos de los mejores filmes de Renoir y Carné en los treinta y encontrará ecos fértiles en el noir de los cuarenta.
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