Y sobre todo el primer plano con ese ojo como crisol de emociones, cuando se da cuenta de que el ama de llaves va a matarla.
Entonces recordé uno de los encargos que le hicieron a Brecht en sus días de guionista en Hollywood durante el exilio, escribir una historia para Ingrid Bergman. Lo cuenta en sus memorias -Una vida con Brecht- Ruth Berlau (asistente, secretaria, documentalista, colaboradora, fotógrafa del Berliner Ensemble, y su amante: una de las mujeres cruciales en la vida del autor de Vida de Galileo).
Ruth Berlau, en 1938, (había conocido a Brecht en 1933).
Ruth, la Roja, le decían.
El escritor no valoraba mucho el trabajo como actriz de la Bergman, la encontraba demasiado empalagosa, pongamos por caso en Por quién doblan las campanas (1943), de Sam Wood. Brecht pensaba que debía interpretar un papel que no exaltara su belleza, sino todo lo contrario, así que tituló aquel guión El ganso gris. Unos años después lo llamaron para trabajar a pie de obra -la única vez que trabajó en un plató- durante el rodaje de Arco de triunfo (1948), de Lewis Milestone, para hacer más simpático el personaje de Joan Madou/Ingrid Bergman, que se prostituía. No sé si alguna de las sugerencias de Brecht llegó a la pantalla, pero cabe imaginar que de algo valieron porque Charles Boyer, tal vez celoso, pidió que el escritor se quedara en el plató hasta que terminara de rodar sus escenas, para que su personaje -el doctor Ravic- resultara tan simpático como el de ella.
Y recordé también algo que escribió Marcos Ordóñez:
Brecht muy posiblemente debió considerar a Galileo su más secreto y constante espejo. Como Galileo, Brecht es un sediento de conocimiento, un artista que mantiene una relación casi erótica con la realidad [una idea que, desde luego, Ruth Berlau confirma en sus memorias]: no deja de levantar sus velos en la esperanza de verla al fin desnuda y resplandeciente. (...) Dicho de otra manera: los mejor de Galileo es esa mirada que anticipa la mirada rosselliniana, que retrata la aventura del conocimiento y la sensualidad de la razón, de la búsqueda, que se acerca al rostro de un hombre que no podía rechazar una idea nueva como no podría rechazar un vaso de buen vino, y que logra su quintaesencia en la primera escena, cuando Galileo explica al pequeño Andrea Sarti los misterios de Ptolomeo y Copérnico con ayuda de una silla y una manzana, una escena que hace pensar en Merlín explicando su saber al joven rey Arturo, como un prodigioso juego mágico.
Rossellini con Ingrid Bergman
en el rodaje de Stromboli.
Me encanta este texto. Siempre me ha gustado mucho Ingrid Bergman, y su historia con Rossellini es totalmente de película. Me gusta como está relacionado todo y toda esa información que das sobre Brecht. Esas memorias de Ruth me parecen de lo más apetitosas.
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