Esta noche me soñé siendo niño, en el cine Aurora de una ciudad sin nombre, viendo una de las películas de mi vida. Nunca estuve en ningún cine Aurora, pero la película no la soñé. O fue el sueño verdadero en el trópico de sombras, esa línea imaginaria que, como bien sabía Roberto Arlt, sólo pasa por los cines, y apenas se puede recorrer con el dedo en los mapas de la infancia. Y encontrar un lugar perdido llamado Barranca. Y una chica llamada Bonnie Lee.
Me gustó mucho ver en el umbral de Adiós al lenguaje, la última película de Godard, esta escena con Jean Arthur en el umbral, sonriendo feliz tras la cortina de lluvia al final de Sólo los ángeles tienen alas. Da la impresión de un último adiós al cine; nada extraño tratándose de Godard: ¿no se percibe ese sentimiento de despedida en cada una de sus películas? Quiero pensar que cobijó esa escena de Sólo los ángeles tienen alas en memoria de Langlois; en 2014; cuando se estrenó la película de Godard, se celebraba el centenario del fundador de la Cinemateca Francesa.
En 1939, Langlois cambió una docena de clásicos europeos de su colección por una sola copia de Sólo los ángeles tienen alas. Experimenta tal arrebato durante la proyección que aún le dura más de veinte años después, en 1963, cuando escribe un texto sobre Hawks...
Y de pronto, en 1939, esa noche en el [cine] Marivaux cuando se estrenó Sólo los ángeles tienen alas, renació un encantamiento, renació ese hechizo que parecía adormecido, que parecía perdido desde la llegada del sonoro. Y la magia renació en un cine de nuevo dominado...
El crítico japonés Shigehiko Hasumi cuenta que a Mizoguchi le gustaba mucho Sólo los ángeles tienen alas; y Ozu pensaba que era una película muy buena, pero demasiado bien hecha en realidad, o sea, que no le gustaba mucho aunque apreciaba la calidad de la mise en scène.
En una entrevista reciente, a principios de 2015, Aki Kaurismäki declaró -socarrón- que Sólo los ángeles tienen alas es...
la última obra maestra producida en Hollywood.
Dedicada a una película así, una hipérbole nunca suena exagerada, apenas la medida justa de tanta belleza hecha cine. Por películas así aún pronunciamos con respeto la palabra Hollywood. Y nos sabe a sueño.
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