20/10/19

Dormir, soñar, despertar


Para quienes en la infancia descubrimos el cine en los cines, vivimos el final de cada sesión y la obligatoria salida del cine (salvo en las felices sesiones continuas, donde podías quedarte y repetir) como un destemplado y hasta inclemente retorno al mundo real, aun prendida la mirada y cautiva la memoria por las sombras de un sueño. (Un sueño que ni la más ruinosa copia podía arruinar.) Necesitabas un periodo de lenta descompresión, como los buzos de vuelta a la superficie; también nosotros volvíamos de las profundidades, de un sueño.

Gene Tierney duerme en Where the Sidewalk Ends (1950)
de Otto Preminger.

Lo cuenta muy bien Barthes en Salir del cine (en Lo obvio y lo obtuso), sólo que a él, adulto ya, le gustaba -lo confiesa- salir de los cines; como a uno, lo que no le gustaba era hablar inmediatamente del filme que acababa de ver, es evidente -escribe- que sale de un estado hipnótico y el poder que percibe es el más antiguo entre todos los de la hipnosis: el poder de curación (o sea, le gustaba salir del cine porque sólo saliendo podemos percibir ese poder que experimentamos en la oscuridad).

Gene Tierney duerme/sueña en 
El fantasma y la señora Muir (1947) 
de Joseph L. Mankiewicz

Salimos de la sala en un estado de trance del que vamos despertando a medida que, medio sonámbulos, nos alejamos del cine caminando (estuve por escribir esto último en pasado: salíamos, íbamos, nos alejábamos).

Gene Tierney, hipnótica e hipnotizada en Whirlpool (1949)
de Otto Preminger.

Para aquel niño (que fui), las carteleras de los cines de Tui (el Teatro Principal, el Yut, el Bolívar) figuraban promesas de sueños (de otro mundo) y, sentado en la oscuridad, uno se abandonaba a los poderes del cine. Y quizá ninguna actriz cifró el tránsito onírico (o hipnótico) que el cine me deparaba como Gene Tierney.

Gene Tierney resucita en el sueño (necrófilo) de Laura.

La descubrí en Laura (1944), su primera película con Preminger, donde deviene la encarnación misma del sueño de un hombre poseído por una imagen, algo muy parecido a lo que uno experimentaba después de haber visto la imagen de Gene Tierney en los cuadros (fotocromos) a la entrada del cine.

Gene Tierney, hipnotizada y sonámbula, en Whirlpool.

En Whirlpool, titulada aquí Vorágine, era una criatura propensa a la hipnosis y se pasa buena parte de la película sonámbula.


Me encadilaba verla dormir en Where the Sidewalk Ends, aquí Al borde del peligro. Cómo no suscribir lo que un día escribió Claude-Jean Philippe: Ah! Comme Gene Tierney est belle quand elle dort! (No hace falta traducirlo.)

Este lugar es algo especial. A su lado, los otros lugares son 
como jardines de infancia. No creí que pudiera existir fuera 
de mi imaginación. Como una reminiscencia de pesadillas 
olvidadas. Aquí todo puede ocurrir. Cualquier cosa. 
(Victoria Charteris-Poppy Smith/Gene Tierney en
The Shanghai Gesture)

Y en The Shanghai Gesture (1941), de Sternberg, que vimos con un título tan tentador como prohibido, El embrujo de Shanghai (más tentador si cabe por lo prohibido de su calificación: 4, gravemente peligrosa), donde Gene Tierney se nos aparece, ante nuestra mirada que la sueña, poseída ella misma por un sueño (fatal).


Fatal también encontrársela dormida en Leave Her to Heaven (1945), de John M. Stahl: Que el cielo la juzgue, aquí; Amar foi a minha perdição, en Portugal.


Ya hablé lo suyo de El fantasma y la señora Muir (1947), una de las más bellas películas con Gene Tierney (siempre me pareció aún más bella en blanco y negro), donde se hilvana la secuencia onírica completa: dormir, soñar, despertar; y aun (más surreal): dormir, morir, despertar. O sea, la muerte como un sueño.


Jacques Tourneur hubiera preferido a Jean Peters, una actriz que también nos gusta mucho, después de trabajar con ella en Anne of the Indies (La mujer pirata, 1951), para el papel de Teresa Chávez en Way of a Gaucho (Martín, el Gaucho, 1952), pero la Fox le asignó a Gene Tierney. Desde luego, Jean Peters hubiera sido otra Teresa Chávez. Pero cómo no celebrar a Gene Tierney en Way of a Gaucho


¿Habrá otra actriz a la que hayan filmado con tanto deleite en el aquel de dormir, soñar, despertar? Como ninguna otra, me colmó la mirada con los sueños que su imagen promisoria ofrendaba en el umbral de los cines de la infancia, aquella mujer de otro mundo. Y, sobra decirlo, la cinefilia (también) es una forma de fidelidad.

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