4/8/19

La viga de Skovsbostrand


Durante el exilio danés, Bertolt Brecht y Helene Weigel vivieron con sus hijos, Stefan y Bárbara, en una vieja casa de labranza en Skovsbostrand, un pueblo de la isla de Fyn (una de las islas demasiado pequeñas, según el autor de Madre Coraje y sus hijos) en el fiordo de Svendborg. La casa del tejado de paja, como la describe Brecht en los poemas de Svendborg. En el lado oeste de la casa había un establo que se amplió para montar su cuarto de trabajo. Sobra decir (igual no) que fue la Weigel quien se ocupó de encargar las reformas imprescindibles en la casa y el establo, con la ayuda de un joven arquitecto que un día llegó acompañado de una actriz, Ruth Berlau, que se convertirá en traductora, amante, colaboradora ( Los días de la comuna, El círculo de tiza caucasiano), documentalista, ayudante, fotógrafa... de Brecht (otra de las mujeres cruciales en su vida).


En aquella casa pasó algunas temporadas Walter Benjamin y allí encontró acomodo para su biblioteca, rescatada de Alemania gracias a su amiga Gretel Karplus. Benjamin había conocido a Brecht a través de la bolchevique de Riga Asja Lacis, la mujer de la que estaba enamorado (una figura clave en la óptica materialista del pensamiento benjaminiano y en la fragua del teatro épico brechtiano), pero llevó su tiempo que cuajara la confianza y se hicieran amigos. En Skovsbostrand,  discuten los textos de Benjamin (pongamos por caso, El autor como productor), hablan sobre el teatro épico (que Benjamin había esclarecido en varios textos), recuerdan a Asja Lacis y juegan al ajedrez, que es otra manera de conversar, tal como lo evoca Ruth Berlau:
Cada vez que Benjamin iba a Dinamarca, enseguida surgía entre ellos una atmósfera de verdadera confianza. Me consta que Benjamin iba anotando sus conversaciones con Brecht. (...) Creo que se entendían incluso sin hablar. Jugaban al ajedrez sin decirse una palabra, y cuando se levantaban era como si hubiesen mantenido una conversación. 
Brecht y Benjamin. 
Muy probablemente las fotos que se conocen 
de sus partidas de ajedrez son obra de Ruth Berlau. 

Efectivamente Benjamin anotaba las conversaciones con Brecht en su diario. Pero también otras cosas. El 24 de julio de 1934 apunta:
En una viga longitudinal que sostiene el techo del cuarto de trabajo de Brecht están pintadas las siguientes palabras: La verdad es concreta. En el alféizar de una ventana hay un pequeño asno de madera que puede asentir con la cabeza. Brecht le ha colgado un cartelito que dice: También yo debo entender.  
La verdad es concreta. Conjuga razón y sueño, deseo y espera, temor y promesa, fulgor y tinieblas, imaginación y memoria. Se mira con las manos. Se escucha con la mirada. Eriza la piel. Saca los colores. Encoge el corazón. Tan concreta como las cosas.

Fotograma de Une femme douce, de Robert Bresson.

Tan viva como una manzana.

Fotograma de El espíritu de la colmena, de Víctor Erice.

Tan invisible y evidente como el viento.

Fotograma de The Quiet Man, de John Ford.

Y mira que se han gastado páginas en manuales de guión o dramaturgia para ventilar asuntos que se cifran en esas tres palabras: la verdad es concreta. O no es, como se desprende de las operaciones tan a pie de obra que exige la puesta en escena o la materialización de las imágenes. Tampoco es que se hayan gastado menos en torno a las cuatro del cartelito que cuelga de la cabeza del asno, pero no cuesta nada apreciar ahí la sorna de Brecht (y de Benjamin). La viga (maestra) de Skovsbostrand es otra cosa, no sólo ampara el establo, sostiene también la poética de Brecht.

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