8/2/15

El escondite


De Maurice Sendak sólo leí Donde viven los monstruos. Un cuento (editado aquí por Kalandraka) a la altura de los mejores de Andersen.


Un precioso cuento para niños, porque no es -sólo- para niños (ya sabéis: detesto la literatura infantil).


En una libreta anoté lo que Sendak escribió -o comentó- sobre escribir y los niños; escribir de niños y monstruos, por así decir:
El artista pone elementos en su obra que vienen de lo más profundo de sí mismo. Los toma de una vena peculiar de su infancia, siempre abierta y viva. Este es un don especial. Él comprende que los niños saben más de lo que la gente supone. Los niños están dispuestos a enfrentarse con temas dudosos que los adultos querrían que no conocieran.

Resuenan en la memoria las palabras de Lillian Gish en La noche del cazador:
El viento sopla y la lluvia es fría, los niños son duros, saben aguantar. Los niños lo soportan todo.

 Sendak le dijo algo parecido a Art Spiegelman durante un paseo:
Los niños lo saben todo. En realidad, la niñez es intensa y rica. Es vital, misteriosa y profunda.

En la libreta compruebo que subrayé estas líneas:
Recuerdo mi infancia con mucha claridad... Sabía cosas terribles. Pero sabía que no podía permitir que los adultos supieran que lo sabía. Los habría asustado.

Y recuadré este párrafo; tanto me recuerda a mi padre, tanto me recuerda a nuestro hijo:
Cuando mi padre me leía, me recostaba sobre él y yo pasaba a formar parte de su pecho o antebrazo. (...) Cuando no sólo oyes un cuento entrañable, sino que además eres abrazado por la persona más importante para ti, la conexión que se establece dura toda la vida.

Descubrí a Maurice Sendak gracias a Café Lumière, ese filme delicado y exquisito de Hou Hsiao-hsien. Al principio de la película Yôko/Yo Hitoto habla con Hajime/Tadanobu Asano por teléfono, le cuenta un sueño: su hijo es raptado por un duende, que lo sustituye por un bebé de hielo.


Hajime tiene una librería de viejo. En sus ratos libres se dedica a grabar los sonidos de los trenes de Tokio, quizá para escuchar mejor el latido del tiempo. O el silencio del corazón. Donde yace escondido su amor por Yoko.


Más tarde, Hajime encuentra ese sueño en Outside Over There, un cuento de Sendak y se lo regala a su amiga; a Yôko le parece que ya ha leído ese libro. (Kalandraka tiene previsto publicar el cuento -bajo el título de Al otro lado- esta primavera.)


Poco después Yôko le cuenta a sus padres lo que ya presentíamos, está embarazada y ha decidido tener el niño sola.


El libro de Sendak despierta resonancias en el curso del filme. Outside Over There puede verse/leerse como el mapa secreto de la película.


Hou Hsiao-hsien rodó Café Lumière por un encargo de la Shochiku con motivo del centenario de Ozu, quien había rodado para esa productora la mayoría de sus películas.


Sobra decir que HHH ama el cine de Ozu y salta a la vista una afinidad -un aire de familia- entre dos miradas y modos de hacer inconfundibles.

Bakushû (Principios del verano, 1951) de Ozu,  en
Hao nan hao nu (Hombres buenos, mujeres buenas,  1995), 
de HHH.

La matriz de Café Lumiére se corresponde con el de la red de ferrocarril de Tokio. (Quizá a HHH le gustan tanto los trenes por las ventanas. Miradas en tránsito para un cineasta de encuadres fijos. Como Ozu.) Hay muchos trenes en las películas de Ozu.

Trenes de Ozu.
Arriba, fotograma de Ukikusa monogatari
(Historia de las hierbas flotantes, 1934); 
debajo, fotograma de Banshun (Primavera tardía, 1949). 

Y en las de HHH.

Trenes de HHH.
Arriba, fotograma de Lian lian feng cheng 
(Polvo en el viento1987);
debajo, fotograma de Nan guo zai jian, nan guo 
(Adiós Sur, adiós, 1996).
.

Trenes que remiten al tren de los Lumière. El tren de los orígenes del cine.

Trenes de Café Lumière.

Café Lumière se estrenó en el marco del simposio sobre Ozu celebrado en Tokio el 12 del 12 (fecha del nacimiento y muerte del cineasta) de 2003.


En la presentación de la película, HHH citó a Hoffmannsthal a partir del libro de Calvino Seis propuestas para el milenio, en el capítulo dedicado a la Exactitud:
La profundidad hay que esconderla. ¿Dónde? En la superficie.
En Exactitud, Calvino apunta que Wittgenstein iba aún más lejos que Hoffmannsthal cuando decía,
Lo que está oculto no nos interesa. 
Genevieve Yue abrocha su artículo sobre Café Lumière en Reverse Shot con esta línea:
Con Hou, donde casi nada es lo que parece, la vista de una ventana es la más profunda de todas.
Kent Jones, en un texto cardinal sobre HHH -publicado en Film Comment en 1999-, trae a colación el liu-pai (un antiguo concepto estético chino),
que permite a lo que es visible en el plano desplegarse en la mente del espectador más allá de los parámetros de la representación.

Lo que se ve es el mejor escondite (del cine). O mejor, hacer de lo que se ve el mejor escondite es el trabajo (sobre las formas) del cine.


¿Qué sería de nosotros sin los escondites del cine?


¿Qué sería de los niños sin el escondite?

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