Dice Ángeles que os debo unas palabras. Tiene razón. Parece que fue ayer y ya van dos meses que os tengo abandonados. Pero tampoco hay mucho que explicar. Sólo que necesito un tiempo... No sé cuánto. Un tiempo. Para cargar las pilas, digamos, y volver a la escuela sin tener que empujarse uno mismo, como si fuera una obligación. Para recuperar el deseo de palabrear el cine porque sí, por el placer de ver otra vez, mejor, más tiempo, de prolongar la mirada en la escritura. No sé si aún seguiréis ahí llegado el momento. En cualquier caso sabed que vuestra compañía fue muy grata y estimulante.
Sayat Nova (1969), de Sergei Paradjanov.
Mulholland Drive (2001), de David Lynch.
Tren de sombras (1997), de José Luis Guerín.
Cheloveks kino-apparatom (1929) de Dziga Vertov.
Peeping Tom (1960), de Michael Powell.
L'etoile de mer (1928), de Man Ray.
Alphaville (1965), de Jean-Luc Godard.