A finales de abril y principios de mayo volví a ver
Le mépris.
Entre una vez y otra dediqué unas horas a traducir el capítulo que
Alain Bergala dedica a la película en
Godard au travail.
Les années 60, del que van a ser deudoras en buena parte las líneas que siguen.
En alguno de los paseos hasta el mar de esos días, Ángeles me pidió que le hablara de
Le mépris. Le hablé de
Godard,
Lang y
Michel Piccoli.
El lunes pasado nos enteramos de la muerte de
Michel Piccoli (murió el 12 de mayo). Le admirábamos tanto que decir que mucho es casi nada.
Godard escribió para
Le mépris el
guión más parecido a lo que entendemos por un guión de toda su filmografía, a partir de
El desprecio, de Alberto Moravia, una novela que uno leyó allá por los 70 en un edición de Plaza & Janés. Un guión de 104 páginas. Un récord absoluto de
Godard. El original, escrito a mano con su inconfundible caligrafía se subastó hace unos años y luego se publicó una edición de lujo por el 50 aniversario de la película. Hace cuatro años el festival de Cannes le rindió tributo en el cartel de la 69ª edición, a partir de una fotograma de
Le mépris con Paul/Michel Piccoli remontando los peldaños de la casa-escalera Malaparte de Capri.
Fue la única película de gran presupuesto de
Godard en los 60. En palabras del cineasta,
Le mépris, en color y en
scope se hizo gracias a
Brigitte Bardot (quien llamó a Godard, postulándose para el papel de Camille, cuando supo que iba a rodar una adaptación de la novela); sin ella no habría conseguido los 5 millones de francos de presupuesto. (En realidad, descontado lo que cobraron la Bardot,
Jack Palance y
Fritz Lang, el presupuesto no era tan distinto del que manejaba el cineasta por entonces en sus películas con
Anna Karina.)
Un mes antes del rodaje de
Le mépris (en menos de 7 semanas: comienza el 22 de abril y termina el 8 de julio de 1963; el contrato especificaba el límite de 9 semanas),
Godard le pide a Michel Piccoli que haga el papel de Paul y pensó en darle la novela, además del guión, pero el actor ya la había leído (como si estuviera esperando por el personaje).
Michel Piccoli, Fritz Lang, Jack Palance y Jean-Luc Godard
en el rodaje de Le mépris.
Quizá
Godard también esperaba el momento de trabajar con Piccoli. En abril de 1958 había escrito una breve reseña en
Cahiers du cinéma sobre
Rafle sur la ville, de Pierre Chenal, donde había encomiado las escenas entre el inspector Vardier (un
admirable Michel Piccoli, son
palabras de Godard) y Lucie Barot (
perfecta Danick Patisson, ídem).
En el guión de
Le mépris, Michel Piccoli encuentra una frase que describe a Paul: "Es un personaje de
Marienbad que va actuar en el papel de un personaje de
Río Bravo". Para el actor es viático suficiente:
Paul me resultaba muy próximo, no tuve que hacer ningún esfuerzo para vivir su aventura.
Cuando vuelve a encontrarse con
Godard para elegir la ropa que va a vestir Paul, Michel Piccoli descubre una segunda clave para componer su papel en
Le mépris:
No conocía a Godard más allá de sus películas, pero vi que elegía ropa parecida a la suya y el sombrero era su sombrero. ¿Entonces hago de Godard?
Godard, con sombrero, durante el rodaje
de un plano de Le mépris.
Muchos años después, Piccoli veía en
Le mépris una
obra completamente autobiográfica de Godard, de ese momento de su vida, donde se cuestionaba el amor, la literatura, el cine, el dinero:
Creo que era un momento atravesado por un desasosiego muy particular en la vida de Godard.
Durante el rodaje de las escenas de la casa-escalera Malaparte, Godard, Lang y Piccoli se alojaban en el mismo hotel. Era el mes de mayo en Capri. Todas las mañanas Lang y Piccoli (como en una escena de
Le mépris) iban andando cuatro o cinco kilómetros hasta la localización. El actor recordaba lo feliz que se sentía Lang trabajando con Godard, un cineasta que le admiraba, en una película que le rendía homenaje -
Fritz Lang encarnaba a
Fritz Lang- en un papel soberano de hombre y creador por encima de los conflictos que viven los demás personajes.
Casi mejor os dejo un texto de Piccoli sobre su relación con Lang y Godard en
Le mépris (le debo la traducción a Francisco Algarín), vale la pena leerlo:
Mi encuentro con Fritz Lang fue magnífico: le conocí siendo actor. No era el Fritz Lang cineasta. Era raro ver al joven Godard fascinado frente al maestro, y Lang fascinado con Godard. Porque viendo trabajar a Jean-Luc, me decía que se veía joven. Era de una escucha y de una disciplina formidables. Su personaje era el de Fritz Lang, pero no se permitía hacer un comentario o dar un consejo. A veces, con los diálogos... Jean-Luc le pedía que inventara en alemán tal diálogo. Era como un joven actor debutando, maravillado. Y como yo mismo era un joven actor debutando, maravillado, formábamos una pareja. Puedo entonces decir que le conocí como a un amigo, un poco de la misma generación. En realidad, no me daba cuenta de que tenía al gran Lang delante de mí. Era un señor que tenía una especie de gracia, de flexibilidad, de autoridad, de humor, al mismo tiempo de tranquilidad, era plausible. Vivíamos en el mismo hotel en Capri, y cada mañana hacíamos veinticinco minutos a pie hasta la casa de Malaparte en la que Jean-Luc rodaba. El recuerdo de estos paseos con Lang por los Faraglioni para ir a hacer cine es una imagen extravagante. De una felicidad total. Era bastante silencioso, por otro lado. Muy silencioso. Por la noche, me decía algunas veces: «No le digo nada a Jean-Luc, pero a veces me dan ganas de decirle: “¿por qué no haces un primer plano en esta escena?”, pero no me atrevo». Las relaciones entre Lang y él tenían que ver con lo que no se decía. Por otro lado, con Godard siempre se trata de lo que no se dice. Era un poco Le Dinosaure et le bébé, que no he visto. Godard nunca pidió el más mínimo consejo a Lang, que se habría cuidado de darlo. Si puedo decirlo así, había tres clanes o tres familias en Le mépris. Digamos que Fritz, Jean-Luc y yo estábamos en connivencia en cuanto a lo no dicho. Brigitte, al principio, estaba totalmente maravillada por rodar con Jean-Luc, pero luego, como no era para nada una persona apasionada por su profesión de actriz o por el cine, se aisló un poco. Y la tercera familia era Jack Palance, él solo. Godard no podía soportarlo. Fritz estaba contento, decía: «Tiene razón, este actor es tan tonto». Y a pesar de estos tres clanes, Jean-Luc consiguió -por otro lado, es el tema de la película- encontrar una osmosis perfecta. Pronto comprendí que interpretaba a Jean-Luc. Puede que me ayudara verle trabajar. Lo imité un poco, le copié. Pero nunca me lo explicó. Me dijo simplemente: «Es un personaje de Rio Bravo que actuaría en una película de Resnais». Lang y yo, en la película, somos como una especie de monstruo de dos cabezas: el doble de Godard, a Lang le encantaba Le mépris, y estaba muy orgulloso de interpretar su propio papel en una película de Godard. Para él era la apoteosis.
En agosto de 1963, Fritz Lang le escribe una carta en francés desde Beverly Hills a Michel Piccoli, unas líneas que cualquier actor soñaría recibir de un gran maestro:
Jean-Luc ciertamente tuvo uno de sus días inspirados cuando le eligió para el papel de Paul. (...) Cuando pienso en su gran escena en el interior de la casa Malaparte o en las escenas que hemor rodado juntos, yo sentía siempre que no era un actor interpretando un papel, sino que era un hombre viviendo, buscando su vocación, su alma verdadera, y sufriendo.
Michel Piccoli habrá podido enorgullecerse de ser uno de los raros actores que Godard ha elogiado sin reservas después de trabajar con él:
Elegí a Piccoli porque necesitaba un actor muy, muy bueno. Tiene un papel difícil y lo ha hecho muy bien. Nadie se da cuenta lo notable que es porque tiene un papel donde todo son detalles.
Jean-Luc Godard con Michel Piccoli y Brigitte Bardot
preparando una escena de Le mépris.
Para Piccoli,
Le mépris cambió su relación con el cine, su manera de verlo, de concebirlo:
Ser el doble de Godard en Le mépris, para alguien que aún tenía un lugar frágil en el cine, era por fuerza un shock que trastocó muchas cosas. Y las sigue trastocando. Godard me ha revelado.
Y cada película de Piccoli nos revela otra luz de un actor inmenso, pongamos por caso en
Je rentre à la maison (2001) o en
Belle toujours (2006), de otro inmenso cineasta como
Manoel de Oliveira.