En el undécimo verso de la segunda estrofa de la cuarta elegía de Duino,
Wer saß nicht bang vor seines Herzens Vorhang?Rilke se/nos pregunta:
¿Quién no se sentó con miedo ante el telón de su corazón?Algunos traductores (Eustaquio Barjau o Ernesto Castro) coinciden en el miedo; pero hay quien prefiere pánico (Jaime Ferreiro Alemparte) o quien elige angustia (Juan José Domenchina) y quien escoge inquietud (José Joaquín Blanco). Hay bastante acuerdo en traducir vorhang como telón, aunque Domenchina opta por retablo.
Rilke se/me/nos pregunta por la experiencia de cada uno como espectador ante la obra que le/me/nos depara el corazón.
Creo que vorhang también se podría traducir por velo o por pantalla. El desasosiego a la hora de levantar el velo de nuestro corazón, entonces.
La expectación por la película que va a proyectarse se carga de zozobra.
La acompaña la banda de la ong, en realidad la banda de Marko Haavisto y Poutahaukat. (Creo que si algún día vuelvo a encontrarme con Aki sólo hablaremos de las canciones de sus películas -cardinalmente musicales casi todas-; de Pieni sydän, que cifra, en gran medida, su poética.)
El corazón humano es pequeño, dice la canción, pero un vasto territorio inexplorado, donde encuentras sueños y delirios, felicidad y nobles ideales, mundos de odio y de amor, la alegría, la gloriosa pasión, las flechas envenenadas del dolor y las penas innumerables, emociones ardientes y helados sentimientos. Todo eso se puede encontrar en el más pequeño de los corazones, todo cuanto el destino nos procura.
La de cine que puede anidar.
Cómo no vamos a experimentar desasosiego, ahí sentados, ante la función más íntima que podamos imaginar.
A una gran canción o a una gran película le basta por compás el latido de un pequeño corazón. Pieni sydän.